Revista Coaching

Vade retro coach vampiro

Por Andresubierna
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truevaderetroVemos el mundo que nos rodea, a los demás y a nosotros mismos desde ciertos lentes coloridos que denominamos modelos mentales.

Los modelos mentales son supuestos individuales, filtros preconscientes, obviedades, que afectan el proceso por el que automáticamente interpretamos lo que pasa. Estos modelos mentales estructuran todas nuestras interpretaciones. La biología, el lenguaje, la historia personal y la cultura son los componentes con los que se cocinan nuestros modelos mentales.

En la práctica del coaching este es un tema de vital importancia. Pero no me interesa reflexionar ahora sobre los modelos mentales del aprendiz o coachee, sino del coach.

La manera en que el coach concibe al ser humano que le pide ayuda, afecta sutilmente la efectivdad del proceso de coaching. En el coach pueden operar dos modelos mentales extremos que alteran por completo su visión del aprendiz o coachee:

  • El coach puede considerarlo un ser humano fallado al que tiene que arreglar.
  • El coach puede considerarlo un ser humano perfecto pero amnésico, que ha olvidado la forma de expresar dicha perfección ante el desafío particular que le trae la vida.

Voy a detenerme en el modelo mental del ser humano fallado.  El coach que opera desde esta perspectiva piensa de una forma que podríamos enunciar así: “Este ser humano tiene problemas porque está fallado y yo voy a arreglarlo”. Este coach alimenta su autoestima de su capacidad de arreglar personas, por eso lo llamo “coach vampiro”.

Cuando el coach actúa desde esta forma de ver al aprendiz, su actitud resulta poco respetuosa y suele terminar lastimando al aprendiz y obturando su posibilidad de aprender.

Desde esta manera de pensar el coach asume el rol del “experto consejero”, y en general:

  • Toma una actitud “moralista”.
  • Cree que sabe qué está bien y qué está mal para el aprendiz, y para el mundo, y desde estas ideas preconcebidas escucha al otro. Piensa o dice cosas como: “¡Mmm… qué desastre! Hiciste muy mal en actuar de esa forma…”
  • Se cree la persona que sabe qué hay que hacer para resolver la vida del aprendiz. Piensa o dice cosas cómo: “Definí tus metas con claridad y yo te voy a decir lo que tenés que hacer para lograrlas”.
  • Sabe qué es lo que hay que hacer para que las cosas nunca vuelvan a estar mal en la vida del aprendiz.
  • Oculta sus propias dificultades, y se siente intimidado cuando expone su propia vida. Este pseudo coach no vive como aprendiz aunque dice ser aprendiz.
  • Suele reaccionar desde la exigencia, la ansiedad, el temor, la culpa, la inseguridad y la defensividad.

El poder para encontrar respuestas efectivas y aprender es inherente al ser humano y muchas veces pareciera que al recibir entrenamiento para ayudar, quien se cree con el poder de “arreglar” al otro hiciera que estas respuestas, naturalmente humanas, quedaran opacadas.

Pero no solo los profesionales sino todos nosotros corremos el riesgo de apegarnos tanto al rol de ayudar que nuestra habilidad innata de confiar en la capacidad del otro para superarse resulte inhabilitada.

Cuando las personas que piden ayuda se encuentran en presencia de este tipo de “consejero tóxico”, comienzan a sentirse incómodas y confundidas, y sus potencialidades se aprisionan en lugar de liberarse. Se sienten disminuidos en lugar de expandidos en un mayor respeto y confianza hacia sí mismos. Ya no se sienten seguros conversando sobre sus problemas con esta persona, pues experimentan la no aceptación y una pérdida de comprensión, y no se sienten escuchados.

La solución de los problemas del coachee están dentro del coachee. Un coach no es ni un consejero, ni un mecánico que arregla fallas del alma… Por eso es recomendable para todo aquel que incursiona en el coaching, estar atento a la aparición de las señales que convierten al coaching en una práctica de vampirismo.

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