Revista Cultura y Ocio
Las horas empezaban a pasar y miraba el reloj de vez todo el rato. En nada iba a ser mi cumpleaños. No fingía cuando decía que quería un día normal, que no quería que se molestasen en regalarme nada. Aunque la verdadera razón no era esa. Llevo varios años disfrutando de cumpleaños tan tristes que estaba harto de esperar algo de un día que pasaba sin pena ni gloria por mi vida. Siempre he soñado con una fiesta sorpresa, con que mis amigos llegaran y me regalaran cosas. Qué sé yo… un día especial. Pero quizás no tenga ese tipo de amigos que te prepara el mejor día de tú vida. No los pido, tampoco es eso. He tardado en acostumbrarme a que mis cumpleaños fueran así de tristes y no me quejo. O sea sí, pero en silencio. ¿Que “buenos” amigos se olviden de tú cumpleaños? ¿Que la gente se acuerde porque lo escucha de otras personas? ¿Colaborar en prepararle algo a alguien en plan sorpresa y que luego nadie te prepare nada a ti? Creo que eso define muy bien todo. Pero como todos los años suelen ser iguales, llega un día en el que te acostumbras, sin ir más lejos, mis padres, el año pasado, se acordaron de mi cumpleaños al caer la noche y porque mi hermano lo dijo. A lo mejor, es que soy una de esas personas que pasan sin pena ni gloria por la vida de los demás.
La noche había caído. Eran las doce. Quedamos. Supongo que a falta de amigos que te preparen la fiesta, estaba el pueblo que dejaba la fiesta de despedida (la más grande) para el día de tu cumpleaños. Sería muy positivo si pensara que el mundo sí me quiere con él, que quiere que no decaiga. Yo prefiero decir que es una casualidad puesto que las casualidades sí que existen. Como era de esperar nadie se acordó. Bueno si, pero no en ese sitio. Si nos vamos seis horas atrás… Me encuentro sentado en mi escritorio viendo una serie. Recibo un mensaje y es el de una amiga felicitándome con adelanto, mandándome un mensaje tan largo como de sentimientos lleva grabados en él. Sin duda bastante especial, quiero guardarlo pero es demasiado largo. El caso es que me imagino que es el único regalo que voy a recibir. En el momento estaba con duda pero estábamos allí y nadie se acordaba, creo que acerté.
Empiezan a llegar los amigos que faltaban. Sonia me grita. Me felicita y es ahí cuando todos se “acuerdan”, algunos intentan arreglarlo haciendo que todos me feliciten. Pero, sinceramente, yo sé que la única que se acordaba era ella. Me regaló una pulsera y me la colocó ella misma. Llevaba otra de otro color para ella misma. Me gustó ese detalle. Y es que cuando yo pensaba en regalos no pensaba en cosas grandes, nada más que pulseras o peluches. Cosa barata. Soy un chico fácil para eso. Pero, evidentemente, no fue el único regalo, a pesar de haber pensado en ello, quedaba Alba, algo me decía que debía esperar algo de ella. No había llegado aún. Llegó una hora más tarde. Me dijo que mi regalo estaría en casa esperándome para cuando volviera. Me dio mucha curiosidad. Entre Sonia, Isabel y Alba estuvieron haciendo que toda la fiesta se enterara de que hoy era mi cumpleaños.
La fiesta de anoche fue tan liosa como la anterior. Me acordaba a modo de flashes. Una chica se me presentó, hablamos de cosas normales, nos conocimos y ella me pedía que le sacara tema muchas veces. Yo lo hacía. Pero cuando se levantó para volver, decidí levantarme e irme. Sabía que volvería porque solo se levantó a saludar, pero no me apetecía quedarme sentado. Un chico empezó a darme la lata por algo que habría hecho la noche pasada. Supuestamente le insulté pero ni de su cara me acordaba. Cuando se dio la vuelta y se puso a bailar recordé que sí, que me metí con él, pero por como bailaba y no era que yo bailara genial porque yo era casi o tan penoso como él bailando. El baile no estaba en mí como forma de ser y de vida. Salí corriendo porque una amiga se chivó. De esa misma amiga recordé varias cosas, entre ellas cosas que me gustaron porque me lo pasé muy bien, y otras que odié. Hizo comentarios que me resultaron muy molestos y por lo que ni pidió perdón. Sinceramente perdió algo de respeto por mi parte. Sé que si se lo digo le dará igual pero me molestó mucho.
Lo siguiente que recuerdo es que la mayoría se me habían escapado de las manos. Hubo varios momentos en los que me quedaba solo y me emperchaba con más gente. Al final acabé con Susana, María, Celia y otra chica más. No sé si los demás marcharon o es que los perdimos para siempre, porque no los volví a ver. Bueno, a Alba sí porque al final vino con nosotros. Alba y Celia estaban arrasando, no paraban de ligar. Los chicos les tiraban demasiado. Susana y María también pero ninguna quería a excepción de María, así que todos iban hacía ella. No sé si llegó a llevarse cuatro o más chicos a casa.
Uno de los momentos más raros de la noche fue cuando varios ingleses nos pararon en seco porque querían hablar con nosotros. Uno se “enamoró” de Celia. Susana se tuvo que ir. Ese primero no paraba de hablar mucho con Celia, supongo que tenía que ligarla fuera como fuera. Bueno, me expliqué mal, no todos eran ingleses. Había uno o dos ingleses, y los otros dos o tres eran españoles. Muy graciosos. El inglés empezó diciendo que nunca había dado su primer beso, cosa que nadie ayudó a arreglar, pero luego terminó diciendo que había dado tres besos a chicas y tres a chicos. Que se declaraba bisexual.
Pero aunque la noche acabó prácticamente a las nueve de la mañana, no quiere decir que todo acabara allí, es decir, todo eso es contando por encima. Lo mejor había pasado así por en medio. Alba y yo estábamos en la pista de baile y nos encontramos con Diana (no sé si llegué a decir que la chica por la cual yo estaba confuso se llamaba así) y un chico muy parecido a Pablo. Mi primer pensamiento fue disparado en forma de pregunta en voz alta: - ¿Serán novios? – Pero no controlé mi tono de voz y hasta ella lo escuchó. Se acercó a mí y me lo negó. El chico en cuestión bailó con Alba mientras yo bailaba con Diana. – Te he visto muy pocas veces en las fiestas y me parece muy mal. – Le comento. Ella se ríe. – Lo sé, a mí también, además que hoy es tu cumpleaños y no te he podido felicitar en condiciones. – Comenta antes de cortarme la palabra y besarme. Me pilló desprevenido. Pero le acabé siguiendo el beso. No sabía de hace cuanto no besaba. Mis manos bajaron ligeramente hasta tomar las suyas y al separarme me reí. - ¿Ese es mi regalo de cumpleaños? – Pregunto arqueando una ceja. En ese momento me doy cuenta que me encanta tanto o más de lo que pensaba. Diana no era perfecta, era guapa, encantadora. Ganaba más si la conocías. - ¿No te ha gustado? – Me devolvió la pregunta. Asentí. – Me ha encantado, pero quiero saber dónde poder comprar más de estos… - Le respondí sonriendo de medio lado para después volver a besarla.
Después de bailar y estar un rato con ella la dejé ir. Me pregunté varias veces si acabaríamos saliendo o todo se quedaría allí. El caso es que me subí a una mesa. - ¡FELICES DIECINUEVE! - Grité. Porque ahora sí que sería uno de mis mejores cumpleaños. Había dado varios besos a una de las chicas que más me han gustado en mi vida. Alba me bajó y me dirigió hasta el césped para que nos relajáramos un poco. – Ese tío se le daba un aire a Pablo, ¿no? – Me preguntaba y yo asentí. Se le daba un ligero aire. Pero cada uno estaba bien a su manera. Pablo no era especialmente guapo, era muy bonico. No tenía nada especial, pero si un cuerpo definido, que no fuerte. Su fuerte era el de su interior, era un chico muy divertido y gracioso. Cariñoso, tímido y extrovertido a la vez. Era una mezcla bastante curiosa que lo hacía encantador. Del otro chico solo podía ver el exterior porque era lo único que conocía. De primeras era más guapo. Tenía el cuerpo más definido aún, pero me daba que éste por ir al gimnasio. Tenía unos ojos más grandes y más tiernos. Pero me daba que a Alba no le quitaban de la cabeza a Pablo ni con calderos de agua fría. Y ahora que lo había conseguido, yo también esperaba que fuera así.
Para mi sorpresa, no todo había acabado ahí. Noelia apareció. Estaba llorando. Me acerqué con Alba y le preguntamos que le pasaba. – Porque estaba hablando con mi ex… cortamos hace meses pero a veces nos llamamos para eso… y yo pensaba que íbamos a volver pero hoy me lo ha dejado claro cuando lo he visto con otra. – Contó. Y en ese momento sentí tanta pena que pasé mi brazo por detrás de ella para abrazarla. – No sé qué decir pero tú sabes que eres perfecta. La chica más guapa que jamás haya conocido. Perfecta por dentro y por fuera. Que conozcas a alguien que te quiera de verdad es cuestión de tiempo. Y llegará pronto. – Le respondí. Era lo único que se me ocurría, aunque era verdad. Tenía unos ojos preciosos, una nariz perfecta, unos labios excesivamente bonitos y unas cejas muy bien definidas. Y su pelo… tenía un pelo demasiado precioso. Aunque su sonrisa era tan preciosa como la carcajada que soltaba para hacerla sonar. Su voz no era desagradable, al contrario, era tan agradable que estaba seguro que cuando tuviera hijos, y le cantara una nana para dormir… se dormirían al instante. – ¿Pero llegará alguien a quién yo quiera también? – Preguntó. Me alcé de hombros. – Seguro, recuerda que todo chico que te guste acabará rendido a tus pies, bueno quizá no, pero… será porque ya conoce a otra chica perfecta. Para él. – Intenté animarla pero no sabía que más decir. Y las palabras de Alba no eran muy buenas que digamos. Solo se limitaba a decir que se levantara, se pusiera a bailar y buscara a otro chico para liarse con él, que tenía que disfrutar de la noche sin ataduras. Supongo que en parte llevaba razón pero ella quería el amor, no una diversión. Me miró a los ojos y sonrió, dibujando la sonrisa de un bonito gato. – Gracias. – Me dijo. Yo negué dando a entender que no pasaba nada. Le sonreí también y fue entonces cuando me confundió para besarme. ¿Por qué? Me separé yo. – No hagas eso. – Le digo. Y no era porque no quisiera pero ya tenía un proyecto de “algo” con otra persona, no podía ser infiel sin siquiera establecer aquello. Ella se extrañó. – Perdón… ha sido sin querer, un acto reflejo, un impulso. – Y le tapé los labios con mis dedos. – No tienes que pedir perdón, pero si besas a alguien que sea porque el chico te gusta de verdad, no para agradecer que ha estado ahí, para eso es mejor un abrazo. – Le digo y le abrazo. Creo que si Diana no me hubiera besado hubiera hecho lo mismo, es decir, Noelia me encantaba y pensaba todo lo que le había dicho minutos atrás pero no podía aprovecharme de una persona que estaba siendo tan vulnerable. Eso era ser mala persona. Y yo no me definía como tal. Quizás no era de las mejores personas pero si alguien con sus lapsus de maldad bastantes distanciados. La dejé con sus amigos y me reuní con mis amigas de antes. Y allí fue cuando empezaron las andadas de buscarles ligues a las demás.
Se podía decir que todo acabó allí. A excepción del regalo de Alba. Una habitación llena de adornos, dos fotos de nosotros enmarcadas, un peluche gigante que no cabía en ningún sitio y por más que lo intentará proteger sería el enemigo de mi perro. Y un disco de música, uno que salió a la venta hace casi nada pero que no pude comprar y me encantaba. Al día siguiente había muchos mensajes de felicitaciones de personas que ya vi anoche. Las más especiales las de Sonia, Marina y Alba, sin duda. Marina fue la del primer regalo, la del mensaje más largo que me hayan podido mandar. Sonia me mandó algo precioso que me encantó y Alba se repitió pero siguió siendo tierno. Luego otra amiga con la cual hablaba todos los días, aunque estos días habíamos hablado bastante poco, y estuvo todo el rato preguntándome sobre todas las cosas que me habían pasado.
Hubo algunas personas importantes que no me felicitaron, me fastidiaron el día siguiente. Estaba enfadado con uno de ellos pero, si hubiese sido al revés, yo le hubiera felicitado igual. Y la otra chica me daba igual que tuviera memoria de pez, que se lo apunte en la mano. No podían quejarse luego de que me distanciaba de ellos porque ellos mismos me dejaban de lado. Si algo tengo claro es que quiero pasar mi vida con aquellos que también demuestran quererme a su lado. No me vale que me escuchen, me vale que confíen en mí y pueda confiar en ellos. No quiero un regalo por mi cumpleaños para que tengas que ser mi amigo, quiero que pases por mi vida y dejes una bonita huella. Quiero que estés ahí siempre, no solo cuando pienses que te lo voy agradecer más. No quiero que me compares con el resto de tus amigos, quiero ser tu amigo. Porque los amigos pueden ser números pero distintos. Unos son más importantes que otros, y esos se van viendo con el tiempo. Quizás sea muy precipitado al mes pero al igual que para una persona, un noviazgo de tres meses puede haber sido el mejor de toda su vida, un amigo de tal tiempo también lo puede ser.