Revista Cultura y Ocio
La escritora Sara Gutiérrez, gran conocedora de la cultura rusa, presenta estos días un trabajo en el que, a buen seguro, se habrá movido como pez en el agua seleccionando seis de las piezas más brillantes de Maksím Gorki, seudónimo de Alekséi Maksímovich Péshkov y el resultado lleva por título Los vagabundos (Editorial Reino de Cordelia), un libro muy cuidado, técnicamente hablando, en el que los cuadernillos están cosidos al hilo, todo un lujo en los tiempos que corren.
Gutiérrez, que también ha traducido los textos, selecciona las historias en las que Gorki describe a los vagabundos como seres libres, frontalmente opuestos a las diferencias de clases de la sociedad rusa de la época (finales del siglo XIX), personajes con los que se identifica pues él mismo vagó por la gélida Rusia, trabajando ocasionalmente para conseguir un mendrugo de pan. Algunos de los textos, inéditos en España, son el preludio de su futura literatura que evolucionó hacia un romanticismo reivindicativo que le llevaría a apoyar abiertamente la revolución de 1917. Para leer con las botas puestas (del prólogo de Eva Orúe) «Los relatos que Sara Gutiérrez (que ha vivido en Ucrania y Rusia y conoce no ya los secretos del idioma, sino los sentimientos que lo animan) ha traducido para Los vagabundos son el trabajo de un Gorki en estado de gracia, empapado de su país y sus paisanos. En ellos, modela su literatura con el material recogido durante los años errantes, siembra sus paisajes de figuras que se conocen en los pequeños detalles, da voz a las personas con las que ha compartido pan y camino, retrata a quienes le han acogido y alimentado o le han dado con la puerta en las narices. (...) »Prepárense, pues, para un viaje. Lean con las botas puestas, y con el abrigo a mano, porque en la Rusia de Gorki hace mucho frío. Si algún personaje se lo ofrece, acepte un té, un vodka, un sitio al precario abrigo de una barca volcada o al calor de una hoguera. Déjense llevar de la mano del escritor amargo, compasivo, ruso hasta el tuétano, por ese país físico que es casi un estado de ánimo.»