Revista Humor

Vagamundo

Por Indianing
Vagamundo A Jaime lo conocí hace unos años, se sentaba en la puerta del súper en el que yo compraba y sostenía un cartón con una frase escrita:
No tengo trabajo, necesito algo para comer
Cada vez que le veía le daba veinte duros y hablábamos sobre el tiempo, la infructuosa búsqueda de empleo o simplemente nos saludábamos. Debía tener mi edad, le faltaban los incisivos superiores, lucía una barba de años y el aliento a vino te echaba para atrás. Me contó que la vida le había tratado malamente, que en el sur dejó a su mujer e hijos, que buscaba un oficio estable y un poco, lo justo, de suerte. Vivía en un parque cercano y su casa era la mochila que le acompañaba a todas partes.
Una mañana de diciembre llegué para hacerme con cuatro cosas y cuando fui a darle la moneda me dijo que prefería que le comprara algo de comida. Así que sin dudarlo, le llené una bolsa con vino tinto, pan, embutidos, galletas y algo de fruta. Y tan contenta me fui para casa, imaginándole en su banco, comiendo bajo las nubes, y tal vez algo más esperanzado que el día anterior.
Una vez en mi cocina, cuando abrí la bolsa para coger una compresa, lancé un grito de horror al ver lo que había en su interior.
A Jaime no le volví a encontrar cuando apresuradamente regresé. No sé que debió hacer con el paquete de Evax ultra con alas, el tubo de Colgate, la media docena de huevos, el suavizante capilar y la botella de quitaesmalte.
Realmente era un hombre sin suerte. Y yo, para olvidar, me cogí un pedo de Don Simón (con salchichón).


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