Revista Historia

Vajont, crónica de una tragedia anunciada

Por Ireneu @ireneuc

Vajont, crónica de una tragedia anunciada

El embalse de Vajont tras la caída

Con el asunto del descarrilamiento del Alvia de Santiago de Compostela se está demostrando que las obras públicas, muchas de las veces están basadas en la improvisación y la chapucería de los organismos encargados de su construcción y mantenimiento. Si a esto sumamos los turbios intereses económicos que subyacen en estas grandes inversiones, podremos llegar a comprender la que se puede formar cuando las circunstancias se ponen todas en contra. La desgracia del tren es un caso actual, pero se han dado ejemplos de todo tipo durante la historia reciente de la humanidad (ver Niza 1979, la historia de un tsunami). Uno de estos ejemplos, por impactante y clamoroso, se produjo en Italia en 1963 cuando un accidente en una presa produjo unos 2000 muertos y dejó a todos los responsables técnicos con el culo al aire. Se trata del Desastre de la presa de Vajont.

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La presa se mantuvo

El desastre de la presa de Vajont, dique ubicado en los Pre-Alpes italianos a unos 100 kms al norte de Venecia, es la típica historia de película apocalíptica americana, en la que los buenos saben que va a pasar algo gordo, pero los malos lo ocultan todo porque si no, les chafan el negocio. La trágica diferencia estriba en que en las películas todo siempre acaba bien, y aquí la realidad no gustó de proporcionarnos un final feliz. Bien al contrario.
La historia comienza en 1957 cuando la compañía SADE (Sociedad Adriática de Electricidad) decide hacer una presa de doble bóveda en el valle del río Vajont, la cual sería la presa más alta del mundo en su momento con 261.6 m de altura. Sin embargo, hay cosas que si mal empiezan, mal acaban, y si ya empezamos con que el valle estaba coronado por el monte Toc, que en idioma friulano es la contracción de "patoc" (podrido), lo que sigue no predice nada bueno.

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La presa antes del accidente

Desde un principio, los geólogos y técnicos encargados ya determinaron que el embalse presentaba problemas por corrimiento de tierras, por lo que recomendaban no llegar hasta cierto nivel de agua, ya que ello podría provocar deslizamientos que podrían afectar el pantano en si. Sea como sea, se conocía que había habido antiguos corrimientos, pero los estudios determinaron que eran estables y que no se verían afectados por la subida de las aguas. Las obras continuaron a pesar de que todo apuntaba en mala dirección.
Los repetidos estudios geológicos desfavorables fueron obviados, a pesar de que todos coincidían en que se produciría un corrimiento masivo más pronto que tarde. La diferencia radicaba en la velocidad del derrumbamiento; los más pesimistas creían que en el peor de los casos el deslizamiento produciría una ola de "tan solo" 20 metros, lo que no sería problema para nadie ni óbice para seguir con la construcción de la presa. La prensa se hizo eco del tema y en 1959 la periodista Tina Merlin fue juzgada por publicación de noticias falsas, tendenciosas y por alarmismo, al denunciar la tragedia que parecía inminente. En ese mismo año se acabaron las obras de la presa, y en 1960 se procedió a hacer las pruebas de llenado.

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Grieta de 2 kms en la ladera

Tras la primera prueba de llenado, que llenó la presa en 3/4 partes, se produjo un primer deslizamiento de la ladera del monte Toc que "solo" afectó un volumen de casi 1 millón de m3 de roca y que no se consideró de excesiva gravedad. Sea como sea, apareció una grieta en la misma ladera de dos kilómetros de largo que avisaba de que algo fuerte se estaba cociendo. La respuesta de los técnicos fue hacer un túnel delante del posible deslizamiento que asegurara la conexión del río con la presa en caso de derrumbe y que no anegara los pueblos río arriba. Todo arreglado.

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La cicatriz aún es visible

En 1962 se efectuó un segundo llenado y los vecinos denunciaron ruidos proveniente de la montaña, así como pequeños terremotos. La montaña, cual serpiente de cascabel, avisaba de sus intenciones pero los hombres, haciendo oídos sordos, las ignoraron y simplemente decidieron no llenar más allá de la cota 700 (el máximo se alcanzaba en la cota 722) para no forzar el asunto más de lo debido. Sin embargo, una decisión administrativa precipitó todo.
En marzo de 1963, el gobierno italiano decidió nacionalizar la empresa SADE, la cual quedaría absorbida por la empresa eléctrica pública ENEL. Los responsables de SADE, en esta situación, recibirían una compensación por la venta de la presa en función de la capacidad de la misma, por lo que no obtendrían el mismo dinero si Vajont tenía hábiles hasta la cota 700 que si la tenían más alta. Se decidió hacer una tercera prueba de carga hasta la cota 715, habida cuenta que con esos 15 metros de más, el embalse triplicaba el volumen de agua embalsada.

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Trágica portada

Al llegar a la cota 710, los síntomas de desprendimiento se hicieron peligrosamente evidentes, por lo que se decidió desembalsar agua para hacer bajar el nivel, pero las persistentes lluvias lo impedían y a las 22.39 h del día 9 de octubre de 1963, 250 millones de m3 de roca se deslizaron pendiente abajo a una velocidad de 100 km/h chocando con el embalse prácticamente lleno produciendo la catástrofe.

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Animación del deslizamiento

La bestial embestida -detectada por los sismógrafos de toda Europa- de un volumen de rocas equivalente a casi dos veces el agua que cabe en el pantano de Sau y a semejante velocidad, produjo una ola de unos 240 metros de alto que inundó el pueblo de Casso, ubicado en la orilla contraria a más de 200 metros por encima del nivel del lago. El desplazamiento de un volumen semejante de agua hizo que una ola de 40 metros se desplazase río arriba arrasando los pueblos que allí se encontraban, así como una ola de 100 m que se dirigió río abajo.

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Longarone fue literalmente borrado del mapa

Este formidable tsunami, saltó por encima de la presa -la cual increíblemente resistió el golpe- y se precipitó por el estrecho cañón de salida hacia el valle del río Piave, enfrente del cual se encontraba el pueblo de Longarone, el cual recibió primero la onda expansiva del agua en movimiento y posteriormente el agua, incapaz en su inercia de tomar el giro que debía haber hecho el agua en circunstancias normales. Longarone simplemente fue borrado del mapa. Literalmente.

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El embalse tras el derrumbe

Diversos pueblos, tanto río arriba como río abajo, se vieron destruidos por la brutal riada, con un balance de unas 2000 personas muertas (de las cuales sólo se pudieron recuperar 1500 cuerpos) y unas pérdidas económicas incalculables.
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Tras el suceso, el gobierno italiano inició una investigación que llevó a numerosos responsables técnicos y administrativos de la obra al banquillo (uno, incluso se suicidó), aunque, como suele ser demasiado habitual, fueron castigados con pluma de oca, perdidos en la subjetividad de si era o no era previsible el derrumbe y -según los afectados- por implicaciones directas con la mafia. Sea como sea, el máximo encausado, el ingeniero Alberico Biadene acabó siendo condenado a 5 años de cárcel cuando la acusación pedía 21, condena que, para más inri, quedó reducida a 3 por mala salud del imputado.
La conclusión del caso no llegó hasta el año 2000 (¡¡37 años después de la tragedia!!) cuando los tribunales italianos dictaron finalmente que las indemnizaciones para los afectados tenían que ser pagadas a partes iguales por ENEL, Montedison -propietaria de SADE- y por el Estado Italiano, dando carpetazo a uno de los episodios más vergonzosos y trágicos de la historia de la obra pública en el mundo.

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Los afectados, ni perdonan, ni olvidan


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