Como bien sabemos, el tipo de interés es el resultado o punto de convergencia entre la oferta y la demanda del dinero, de modo que si la oferta es mayor que la demanda bajarán los tipos de interés y si, por el contrario, la demanda supera a la oferta, el tipo de interés se incrementará. Sigue la misma regla que los bienes normales pero, en este caso, las instituciones monetarias pueden jugar con los tipos inyectando o drenando liquidez en la economía, con la consiguiente modificación de las preferencias entre consumo presente y futuro (o ahorro). Esta última afirmación, como he comentado en diversas ocasiones (la última y más reciente en el debate realizado con @jordimule, “Dos economistas, dos visiones ante los mercados y la crisis financiera”), es muy delicada, pues abarata artificialmente los tipos (baja el precio del dinero) con el objeto de avivar la demanda, lo cual puede generar burbujas productivas que se ajusten poco o nada a las curvas de utilidad de los agentes sociales.
En finanzas, relacionamos los tipos de interés al contado (o spot) con las duraciones correspondientes de títulos de similar calidad crediticia a través de la estructura temporal de los tipos de interés (ETTI). La ETTI nos proporciona información interesante acerca de la evolución de los tipos, disponiendo así de un punto de referencia que nos permite analizar y comparar diferentes inversiones (teniendo en cuenta que debemos introducir las primas de riesgo por liquidez, vencimiento e incumplimiento, ya que la ETTI muestra el interés libre de riesgo). Ciertamente, los tipos de interés a plazo (o forward) deberían coincidir con los tipos de interés al contado futuros para ese período concreto, sin embargo difícilmente se ajustarán los unos a los otros. Parte de esa dificultad radica en la intrusión monetaria de los bancos centrales, generando la distorsión ya citada: burbujas productivas que a largo plazo no satisfacen las necesidades de los sujetos.
Además, al modificarse el precio del dinero, la ETTI pierde su razón de ser, no siendo capaz de predecir el comportamiento intertemporal, de modo que difícilmente podremos estimar (sin sesgo) la viabilidad de un proyecto empresarial o financiero.
La teoría de las expectativas explica el desajuste que se produce entre el interés real futuro y la curva cupón cero, a partir de la incertidumbre existente en una economía cuasi de mercado (como la actual), pero en ningún momento apela a las políticas monetarias que se aplican continuamente.
Creo sinceramente que debemos seguir estudiando esta disciplina porque, sin lugar a dudas, constituye el centro neurálgico de cualquier sociedad, y aún queda mucho por estudiar.
Hasta aquí puedo leer.