Revista Cine

Valiente

Publicado el 24 julio 2012 por Diezmartinez
El reproche más repetido con respecto a Valiente (Brave, EU, 2012), el décimo-tercer largometraje animado de la casa Pixar, es que la cinta -dirigida a seis manos por Brenda Chapman (la floja El Príncipe de Egipto/1998, de Dreamworks) y los debutantes Mark Andrews y Steve Purcell- está muy lejos de lo mejor a lo que nos tiene acostumbrados la compañía fundada por John Lasseter. Alguien podrá decir que hacer este tipo de comparaciones es injusto, pero creo que no es así. Pixar, ni modo, es víctima de su propio genio: cada verano estamos esperando que produzcan filmes de la talla de la trilogía Toy Story (1995-1999-2010), Buscando a Nemo (2003), Ratatouille (2007) o Wall-E (2008). Y, bueno, no siempre se puede. Aclarado el punto –Valiente no está a la altura de las ya mencionadas obras maestras de Pixar-, creo que de todas formas estamos ante una película muy disfrutable en varios niveles, tanto en el nivel técnico –me refiero a la ejecución de algunas secuencias animadas- como en el contenido cómico/dramático/ideológico. La película es mucho menos convencional de lo que parece, por más que no quiera llevar algunas de sus premisas al extremo. Estamos en la Escocia medieval. Mérida, la hija mayor del enorme y jocoso Rey Fergus y la serena e impecable/implacable reina Elinor, es una fierecilla sin domar que prefiere cabalgar, trepar, correr, lanzar flechas, a comportarse como “una verdadera princesa”, que es lo que quiere que sea su madre. Llegado el momento, Mérida hará un terrible berrinche porque, sin su consentimiento, Elinor la ha comprometido con alguno de los primogénitos de los tres Lores asociados al reino que dirige Fergus. Desesperada porque su mamá no la escucha, Mérida le da un pastelito mágico facilitado por una amable pero distraída bruja  con el fin de que Elinor “cambie”. Y sí, la distinguida reina cambia… pero  radicalmente. Valiente tiene más de un vaso comunicante con la mucha más lograda Buscando a Nemo. Si en la cinta de 2003, un inseguro y neurótico padre viudo pez cuidaba/sobreprotegía a su intrépido y rebelde hijito pez hasta que, que al final de cuentas, padre e hijo terminaban haciendo las paces, llegando a la madurez emocional cada quien por su lado, en Valiente una amorosa pero estricta madre de familia quiere educar a su hija tal como ella cree que es lo mejor para todos, mientras la rebelde muchachita no quiere saber nada más que de sus propias necesidades, como toda buena adolescente que es. Al final, eso sí, madre e hija tendrán que ceder –estamos en una cinta familiar de Disney/Pixar- aunque el hueso más duro de roer no será tanto la madre sino el orgullo de Mérida, causante de todo el embrollo. Si lo pensamos un poco, por más atractiva y agradable que sea la indomable jovencita arquera, al final de cuentas la chamaca trata de envenenar a su mamá para hacerla cambiar de parecer y aunque las claves para deshacer el hechizo son claras –no, no se trata de reparar un tapiz sino de aceptar que se equivocó-, ella no logra entenderlas. En el ínter, tiene que lidiar con la responsabilidad de haberle hecho daño a su madre e, incluso, protegerla cuando su papá, confundido, intenta matarla. Es decir, para ser una “inocente” película animada, Valiente plantea algunas ideas interesantes sobre las dinámicas familiares, especialmente entre madres e hijas. En el terreno de la ejecución cómica, la cinta tiene momentos muy inspirados, sea en el terreno de la farsa (la presentación de los tres pretendientes de Mérida), sea en la comedia de costumbres (la relación del poderoso pero mandilón Rey Fergus y la tranquila pero tajante Reina Elsinor) y, especialmente, en el inspirado slapstick, tanto por las travesuras de los irrefrenables triates, hermanitos menores de Mérida, como en las secuencias en las que la Reina Elsinor quiere seguirse comportando con la majestad propia de ella, aunque por razones enormes y evidentes, no puede hacerlo como ella quiere. En estos momentos, Pixar demuestra que no hay mejor casa de animación en el mundo para dotar de una ridícula y conmovedora humanidad a sus personajes.

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