Revista Salud y Bienestar
Investigadores del Instituto de Oncología de Vall d'Hebron (VHIO) liderados por Joaquín Arribas, han creado un test para mejorar el tratamiento del cáncer de mama, lo han patentado y han vendido la licencia a la multinacional farmacéutica GlaxoSmithKline para que ponga el test al alcance de pacientes de todo el mundo. El avance es un ejemplo de cómo la investigación de excelencia puede mejorar la vida de los ciudadanos y crear riqueza económica para el conjunto de la sociedad.
María Blasco, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) en Madrid, ha optado por una estrategia distinta. Ha creado un test para medir la longitud de los telómeros, una parte de los cromosomas que se acorta a medida que el organismo envejece. Su test permite evaluar el envejecimiento de los tejidos y tiene interés para la industria farmacéutica, para la cosmética y para otros investigadores biomédicos. Pero en lugar de licenciar el avance a una multinacional, Blasco ha creado la empresa Life Length para explotar comercialmente su investigación.
Dos investigadores de élite, dos avances para los que hay demanda y dos técnicas de comercialización distintas. ¿Cuál de las dos es mejor?
“No hay una mejor y una peor”, explica Luis Serrano, investigador del Centre de Regulació Genòmica que ya ha creado cuatro empresas. “Depende de varios factores. En algunos casos puede ser mejor licenciar a una multinacional y en otros, crear una spinoff”. (Spinoff viene del inglés spin off, centrifugar, y se refiere a las compañías que nacen a partir de una investigación y adquieren vida propia mientras la investigación sigue su curso.)
Pero tanto Joaquín Arribas como María Blasco critican la falta de apoyo con que se encuentran los científicos en España para que sus investigaciones se traduzcan en riqueza económica. En el caso de Arribas, “no nos planteamos crear una spinoff porque no teníamos experiencia en este campo. Nuestro objetivo era que el test se pueda aplicar en todo el mundo”. GlaxoSmithKline ya ha extendido la patente a toda la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, China, Japón, Singapur, Israel y Australia. “Esto es algo que no hubiéramos podido hacer nosotros solos”, dice Arribas.
En el caso de Blasco, “hacía cuatro años que tenía pensado que podíamos crear una empresa. Pero yo soy investigadora y, si hubiera dedicado mi tiempo a crear una empresa, no hubiera podido dedicar tanto a investigar”. Al final, Life Length ha nacido gracias a la Fundación Botín, que tiene un programa de apoyo a los investigadores para solicitar patentes y crear empresas.
No son casos únicos. En el hospital Vall d'Hebron, el jefe de la unidad de investigación del Institut de Recerca, Jaume Reventós, creó hace tres años la empresa TransBioMed y ha topado con todo tipo de obstáculos para sacarla adelante, pese a haber desarrollado avances innovadores como un test para detectar el cáncer de próstata en la orina.
En el Parc Científic de Barcelona, Lluís Ribas de Pouplana topó con dificultades similares para crear Omnia Molecular. “Estuvimos un año y medio negociando con las instituciones para que nos autorizaran a crear la empresa”, recordó ayer. “Fue un proceso difícil, costoso e ineficiente”.
Según Montserrat Vendrell, directora general de Biocat, “falta dar más apoyo a los investigadores para que generen valor económico. Con el nivel de excelencia que hemos alcanzado, con poca inversión podríamos conseguir mucho”.
“Falta desarrollar un modelo para trasladar el conocimiento científico en valor económico”, coincide Jaume Bertranpetit, director de la institución Icrea. “Es una de las cuestiones más importantes que tiene sobre la mesa Antoni Castellà”, el nuevo secretario general de Universitats i Recerca.
Castellà reconoce que es prioritario estimular la explotación comercial de la investigación científica. “Tenemos que dar herramientas a los investigadores para que su trabajo pueda generar valor económico”, reconoce. “Estaba en nuestro programa electoral, estudiaremos cuál es la mejor manera de hacerlo”.
Los investigadores reclaman que se creen oficinas con especialistas que les orienten a la hora de patentar sus avances y explotarlos comercialmente. Reventós y Ribas de Pouplana, después de las dificultades que han encontrado para crear sus empresas, reclaman además que se regule de manera eficiente la explotación comercial de investigaciones surgidas del sector público.
**Publicado en "La Vanguardia"
María Blasco, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) en Madrid, ha optado por una estrategia distinta. Ha creado un test para medir la longitud de los telómeros, una parte de los cromosomas que se acorta a medida que el organismo envejece. Su test permite evaluar el envejecimiento de los tejidos y tiene interés para la industria farmacéutica, para la cosmética y para otros investigadores biomédicos. Pero en lugar de licenciar el avance a una multinacional, Blasco ha creado la empresa Life Length para explotar comercialmente su investigación.
Dos investigadores de élite, dos avances para los que hay demanda y dos técnicas de comercialización distintas. ¿Cuál de las dos es mejor?
“No hay una mejor y una peor”, explica Luis Serrano, investigador del Centre de Regulació Genòmica que ya ha creado cuatro empresas. “Depende de varios factores. En algunos casos puede ser mejor licenciar a una multinacional y en otros, crear una spinoff”. (Spinoff viene del inglés spin off, centrifugar, y se refiere a las compañías que nacen a partir de una investigación y adquieren vida propia mientras la investigación sigue su curso.)
Pero tanto Joaquín Arribas como María Blasco critican la falta de apoyo con que se encuentran los científicos en España para que sus investigaciones se traduzcan en riqueza económica. En el caso de Arribas, “no nos planteamos crear una spinoff porque no teníamos experiencia en este campo. Nuestro objetivo era que el test se pueda aplicar en todo el mundo”. GlaxoSmithKline ya ha extendido la patente a toda la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, China, Japón, Singapur, Israel y Australia. “Esto es algo que no hubiéramos podido hacer nosotros solos”, dice Arribas.
En el caso de Blasco, “hacía cuatro años que tenía pensado que podíamos crear una empresa. Pero yo soy investigadora y, si hubiera dedicado mi tiempo a crear una empresa, no hubiera podido dedicar tanto a investigar”. Al final, Life Length ha nacido gracias a la Fundación Botín, que tiene un programa de apoyo a los investigadores para solicitar patentes y crear empresas.
No son casos únicos. En el hospital Vall d'Hebron, el jefe de la unidad de investigación del Institut de Recerca, Jaume Reventós, creó hace tres años la empresa TransBioMed y ha topado con todo tipo de obstáculos para sacarla adelante, pese a haber desarrollado avances innovadores como un test para detectar el cáncer de próstata en la orina.
En el Parc Científic de Barcelona, Lluís Ribas de Pouplana topó con dificultades similares para crear Omnia Molecular. “Estuvimos un año y medio negociando con las instituciones para que nos autorizaran a crear la empresa”, recordó ayer. “Fue un proceso difícil, costoso e ineficiente”.
Según Montserrat Vendrell, directora general de Biocat, “falta dar más apoyo a los investigadores para que generen valor económico. Con el nivel de excelencia que hemos alcanzado, con poca inversión podríamos conseguir mucho”.
“Falta desarrollar un modelo para trasladar el conocimiento científico en valor económico”, coincide Jaume Bertranpetit, director de la institución Icrea. “Es una de las cuestiones más importantes que tiene sobre la mesa Antoni Castellà”, el nuevo secretario general de Universitats i Recerca.
Castellà reconoce que es prioritario estimular la explotación comercial de la investigación científica. “Tenemos que dar herramientas a los investigadores para que su trabajo pueda generar valor económico”, reconoce. “Estaba en nuestro programa electoral, estudiaremos cuál es la mejor manera de hacerlo”.
Los investigadores reclaman que se creen oficinas con especialistas que les orienten a la hora de patentar sus avances y explotarlos comercialmente. Reventós y Ribas de Pouplana, después de las dificultades que han encontrado para crear sus empresas, reclaman además que se regule de manera eficiente la explotación comercial de investigaciones surgidas del sector público.
**Publicado en "La Vanguardia"
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