Alto o el viejo borracho a mi lado dispara.
Recuerdo que hace unos años los hermanos Coen eran un valor seguro y uno esperaba ansioso la llamada "nueva película de los Coen" con una especie de fervor religioso sin importar demasiado si se trataba de un drama, un thriller, una comedia o todo lo anterior mezclado y agitado. Desde hace unas cuantas películas atrás (en mi caso concreto fue a raíz de O, Brother!, la incomprendida para algunos primera colaboración de los Coen con Jorge Clooney), los hermanos nos han ido sirviendo su habitual ración de cine pero sin que fuera ya lo mismo. Siguen ofreciéndonos grandes películas, es cierto (sin ir más lejos el No es país para viejos que le valió el Oscar a Javier Bardem), pero demasiado en cuenta gotas y mezcladas con otros trabajos menos relevantes e incluso, en alguna ocasión, con alguna película francamente terrible (déjenme recordarles la funesta Ladykillers, su primer remake). A base de este continuo "una de cal y otra de arena", uno ha aprendido a desconfiar de la conocida como "nueva película de los Coen" en lugar de esperarla con ansiedad. Ahora nos llega un western que es un remake de una película del año 1969 y, siendo sincero, debo confesar que no me esperaba gran cosa (más si cabe a sabiendas del desastre que supuso su primer remake). Por suerte para todos, la dicha parece habernos sonreído en esta ocasión y este Valor de ley tira más hacia el grupo de pelis de los Coen para recomendar a los amigos que el de las pelis de los Coen para quemar en un fuego purificador.
¿Les he comentado ya que se trataba de un western, verdad? Pues bien, resulta que la película empieza presentándonos a la que será la protagonista del film: una muchacha de catorce años. No, no sería el protagonista típico de éste tipo de productos, pero tampoco es éste un western al uso. La chica llega hasta un pueblo para arreglar unos papeles tras el fallecimiento de su padre, muerto a manos de un malvado forajido que se las piró tras el incidente, sucedido a raíz de un mal perder del susodicho en el juego de las cartas de azar. Mientras la vemos negociar podremos observar que la joven tiene un temple de acero, que es mucho más madura y aguerrida de lo que en una primera impresión pudiera parecer y que parece difícil que ninguno de los toscos vaqueros de la cinta pueda llegarle, siquiera, a la suela de sus zapatos. Una vez solucionado el apartado económico, la protagonista se mostrará decidida a dar caza al fugado asesino de su padre, para lo que contratará los servicios de un veterano agente Marshall de gatillo fácil, mal beber y un hablar entre murmullos parecido al resultado de estar masticando piedras. "Quiero contratar al mejor", dice la muchacha. Al parecer en el lejano Oeste no debía haber mucho donde elegir.
Les avanzaba que la chica es de lo más resuelta y a pesar de que en un principio el Marshall intenta quitársela de encima como puede el hombre acaba aceptando el trabajo (de un modo u otro debe pagarse el whisky) cediendo a sus exigencias, incluida la de acompañarlo en el viaje. A todo esto, resultará que no serán los únicos que le siguen la pista al malvado, pues aparecerá en escena un Walker Texas Ranger (nada que ver con Chuck Norris que sepamos) que también pretende detenerlo para cobrar una recompensa existente por un crimen anterior al del asesinato del padre de la protagonista. Se emprenderá entonces el viaje hacia la búsqueda y captura del malvado desaparecido, siguiéndole la pista y encontrándose en su trayecto extraños personajes, situaciones de riesgo, aventuras y peligros, a la vez que se irá forjando una insospechada (o no) complicidad entre ambos personajes protagonistas.
La película original del año 1969, dirigida por Henry Hathaway, en la que se basa este remake le valió el único premio Oscar de su carrera a todo un clásico como John Wayne. Estaba claro, pues, que para los Coen elegir al protagonista no sería tarea sencilla. Por suerte para ellos tener entre su lista de amigos a gente como Jeff Bridges, dispuesto a volver a trabajar en una de sus películas después de su gloriosa encarnación de “El notas” en El gran Lebowsky es toda una garantía de éxito. Bridges, simplemente, está que se sale de la pantalla de grande, bordando un papel que, todo hay que decirlo, es todo un caramelo de por sí. Como los Coen estaban enrachados, para el papel de la chica eligieron a una desconocida Hailee Steinfeld que no se había puesto jamás frente a una cámara y resultó que acabaron descubriendo a toda una estrella en ciernes. Para colmo la química existente entre ambos acabó de asegurar el éxito en el apartado interpretativo. Junto a ellos, en la cinta, encontramos a Matt Damon, encarnando al Texas Ranger y a un breve Josh Brolin, en el papel del huidizo asesino. Estos dos últimos parecen estar más incómodos, especialmente Damon que no acaba de pillarle el punto a su personaje.
Viendo Valor de ley queda claro que a los Coen les apetecía una barbaridad realizar un western. Es como si llevaran tiempo con la idea en la cabeza y que cuando por fin dieron con la historia justa que encajaba en su filosofía de hacer cine se tiraron a ella de cabeza sacando a relucir todo aquello que llevaban tiempo dándole vueltas. De hecho No es país para viejos ya consistía en sí misma una especie de western. Con todo lo dicho se pueden ustedes imaginar que visualmente la película es de lo más acertada, con una gran ambientación y unos planos (marca de la casa) para ir a buscar nota, con unas interpretaciones que no se quedan atrás, un ritmo pausado y tranquilo aunque sereno, una historia en continuo avance y unas delicadas gotas del humor Coen dispersas a lo largo de todo el metraje. Sin duda alguna estamos frente a una buena película. Y sin embargo no basta. Y no lo hace porque sabiendo (como sabemos) cual es el potencial de los Coen y suponiendo (como suponemos) lo grande que podría haber sido la película, uno se queda con la sensación de que la cosa podría haber dado para más y que podría haber sido una de los grandes clásicos de los Coen que no acabará siendo. En ello tampoco ayuda un final tan pretendida y forzadamente épico y emotivo como fallido y su lánguido epílogo.
Resumiendo: Uno de los mejores westerns y una de las mejores películas de los Coen de los últimos diez años. Y ni con eso parece bastar para evitar la sensación de oportunidad perdida.
critica Valor de ley (2010) (true grit)