Víctor Alvarado (publicado en pantalla 90)
Siempre que se estrena un western, surge el debate de si este género está acabado o si se ha contado todo sobre esa temática. Nuestra respuesta es que en el pasado se hicieron grandiosas películas del Oeste. Sin embargo, en el presente, el número ha sido escaso, pero su calidad no baja del notable como es el caso de Apaloosa (2008) y roza el sobresaliente en Sin perdón (1992), El tren de las 3:10 (2007) o la película en cuestión.
Los medios de comunicación han dicho que Valor de ley (2010) es un remake de la célebre historia de Henry Hathaway por la que John Wayne obtuvo el único Óscar de su carrera, que tuvo una secuela, llamada El rifle y la Biblia (1975) en la que compartían cartel tanto el citado icono del western como la superoscarizada Katherine Herpburn . No obstante, la fuente de inspiración para los hermanos Coen no ha sido esa obra de cine clásico, sino que se han basado en la novela de Michael Portis, aunque algunos diálogos han sido escritos por este dúo de cineastas.
El argumento gira entorno a una chica de 14 años, que tiene que hacerse cargo de su madre y de su hermano porque su padre ha sido asesinado por Tom Chaney y no se encuentran en condiciones de tomar las riendas de la familia. La chica tratará de poner orden en su vida y contratará los servicios de un pistolero valiente y borracho para capturar y vengarse del peligroso delincuente.
Cambiando de tema, las interpretaciones son muy positivas en términos generales, destacando fundamentalmente la de Jeff Bridges y la talentosa Hailee Stenfield, que nos muestra un personaje, estemos o no de acuerdo con sus planteamientos, muy maduro por las circunstancias. Así que nos preguntamos lo siguiente: ¿Es posible que una niña de esa época pudiera ser tan responsable? Por lo que cuentan nuestros padres y abuelos eso pudiera resultar creíble, lo que no parece aceptable es que los gobernantes actuales quieran que la juventud actual sea cada vez más inmadura. Tal vez para que sea más fácilmente manipulable
Entre los temas que más no han llamado la atención, sorprende que los Coen hayan resaltado en cierta medida el valor de la trascendencia, ya que sus obras están cargadas de nihilismo (No es un país para viejos puede ser un ejemplo). Da la impresión de que hayan querido apuntar o constatar que la masonería americana no era enemiga de la fe cristiana a diferencia de lo que ocurre con la francesa, española o la mexicana, donde se piensa que la religión es opuesta a los principios de la masonería.
Como decíamos, la dirección corresponde a los hermanos Coen, que nos ofrecen uno de sus mejores trabajos, obteniendo 10 nominaciones a los Óscar. El guión nos parece sólido por lo que han logrado engancharnos con una muy buena primera parte, mientras que la segunda parte decae por alguna escena carente de ritmo. El humor tan característico de estos realizadores queda patente en muchas situaciones y está perfectamente dosificado, aunque se le va la pinza en algunas escenas de acción, que son de una dureza extrema, recordándonos a una de sus primeras y exitosas producciones como fue Fargo (1996), cuya violencia histriónica provocaba rechazo. Un crítico de prestigio la ha considerado tarantiniana en ese aspecto y creo que tiene toda la razón.