Revista Educación

Valores

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Valores

Estuvo sentado un ratito. Viendo el ajetreo de aquel lugar. Preguntó en recepción por la persona que lo había convocado y al parecer estaba en otra entrevista de selección previa a la suya. El sillón era rojo, lo recordaba como si hubiera sido ayer. Y en él se sentó, puso su cartera en el suelo, y cruzó las manos sobre los muslos, expectante.

Algunos minutos después ya estaba en otra estancia de aquella casa reformada. Un lugar casi aséptico presidido por una lámina muy bella de una mariposa, y sobre la mesa tres pequeños cáctus y una maceta con la exuberante flor, en todo su esplendor, de una orquídea.

A aquella señora parecía que no le interesaba mucho su currículum. Lo tenía impreso, sí, pero casi ni lo miraba. Toda la entrevista se desarrolló en un constante ir y venir de preguntas sobre sus valores. Mientras recibía aquella andanada se sintió en el papel de Rachel ante Rick Deckart Él (ella en la película) replicante oculto, acobardado por si salía alguna respuesta equivocada de su buzón de soluciones; Ella (él en la ficción) segura de su condición de Blade Runner.

Había preparado la entrevista, pero no se esperaba aquellas preguntas. No pudo fingir nada. No tenía respuestas en su prontuario memorizado y sólo pudo decir la verdad. No se imaginó fingiendo sobre valores que no fueran los suyos.

Algunos días después lo llamaron de recursos humanos. Formalizaron el contrato. Estaba de enhorabuena. Volvió a hablar después con su entrevistadora y aquella le dijo, con un matiz en su mirada que sintió sincero: "solo debes demostrar en tu trabajo que esos valores sobre los que hemos hablado permanecerán intactos mientras estés aquí".

Estaba muy agradecido, y se prometió que jamás faltaría a esa promesa. Sus valores, los que había adquirido a lo largo de tantos años de experiencia laboral, lo habían sacado de la cola del paro.

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Tres años después, un viernes de junio, recibió una convocatoria parecida a la que se ha descrito más arriba. En el mismo lugar, casi a la misma hora. La mariposa ya no estaba, quedaba solo el clavo en la pared que en otro tiempo la había sostenido. Los cactus permanecían allí, y la orquídea también. Los primeros eran un esqueleto, deshidratados y escuálidos. La segunda no mostraba flor, solo unas hojas en la base. La entrevistadora era otra también, y también se percibía en su mirada un cierto cambio con respecto a la primera, la sinceridad aquella que él había percibido ya no estaba.

Sobre la mesa, sobre la misma mesa en la que había reposado su currículum años atrás, también había una hoja con su nombre. En aquella carta de despido se manifestaba, como causa principal del mismo, que sus valores, aquellos por los que había sido contratado y que él había jurado no cambiar ni modificar, ya no encajaban con los de la empresa que tanto había defendido.

Mientras recogía sus cosas, y alguien le mostraba la SALIDA, se preguntó en qué momento, de qué forma, en qué lugar, con qué intenciones, se cambian tan radicalmente los valores de una empresa.

Y cómo él, en todo aquel tiempo, no se había percatado de ese cambio.


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