Rajoy, Aznar y Rato: ¡Qué tiempo tan feliz, que nunca volverá...!
Siempre he desconfiado de la gente que "habla" con mayúsculas. Por supuesto que con eso no me refiero a las que escriben en alemán, un idioma que hace uso profuso de ellas. Me refiero a aquellos a los que no se les cae de la boca, la pluma o el teclado palabras como Dios, Patria, Libertad, Justicia, Estado, Nación, Derecha, Izquierda, Religión y todo el largo etcétera que ustedes quieran. Me cabrean muchísimo porque suelen ser -hay pocas excepciones a la regla- los que uso más torticero hacen de esos valores que dicen defender. ¿Pruebas?: Basta con abrir un periódico y encender un televisor para ponerse al día. Me excusarán de citar algún caso en particular pues se iría el límite de palabras que me impongo en cada entrada del blog en un mero índice de los susodichos.
Frente a la generalizada apelación a los "valores" no vendría nada mal un poco más de prosaico interés en la defensa de los derechos y libertades individuales consagrados constitucionalmente y cada vez más restringidos en esta España y Europa nuestras: el proyecto de ley de seguridad ciudadana y la falta de acuerdo para hacer frente al tremendo desafío de la inmigración ilegal, por ejemplo. Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social en la Universidad del País Vasco, en un artículo en El País de hace ya unos años titulado "Cuidado con los valores", comentaba con sarcasmo que cuando un profesor de Oxford se refiere a la decadencia de Occidente, en realidad está pensando en lo malo que es el servicio doméstico. ¿Una boutade de un insigne profesor universitario? Me temo que no, porque como decía en el artículo citado a lo largo de la historia, los seres humanos hemos justificado hasta lo menos justificable apelando a los valores morales. Pero habría que preguntarse, seguía diciendo, si con la actual inflacción de discursos morales no se está poniendo de manifiesto algo más ideológico e inquietante para las democracias contemporáneas, algo que se traduce en un permanente cuestionamiento de la prioridad que en una sociedad democrática le corresponde a los derechos, el consentimiento, las garantías y las libertades individuales reduciendo el espacio de la política, no para fundar los derechos sino para ponerlos en cuestión.Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 2183[email protected]"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)