No es de extrañar hallar adoctrinamientos erróneos o mal enfocados hacia las nuevas generaciones según las eminencias comprometidas en la evolución e investigación de la didáctica deportiva. Ante la posibilidad de perfeccionar las facultades intelectuales mediante la enseñanza del deporte, unido a aptitudes físicas, muchos curiosos han estudiado la vía por la cual adecuar la educación infantil a metodologías idóneas de enseñanza, buscando obtener el máximo aprendizaje bajo condiciones prácticas y contextualizadas en torno a valores en el marco del mundo en que vivimos.
Partiendo de la base de que las ciencias del deporte se las ingenian para crear un mundo mejor donde el ciudadano se supere, dejando a las generaciones futuras herencias culturales superiores a las tomadas inicialmente en cuanto a valores se refiere, explicaremos a continuación cuáles son los valores que debemos comprometernos a perseguir por el bien de los pequeños. Siempre mirando hacia un futuro elitista en lo referido a la ética individual y colectiva.
Es cierto que cualquier madre o padre desea lo mejor para su hijo; por lo tanto querrán una educación de calidad. Atendiendo a la situación presente de excesiva competitividad en ciertos deportes, y asumiendo que los niños no dejan de ser niños y que deben formarse en valores para discernir el bien del mal y lo correcto de lo incorrecto, parece necesario establecer prioridades de educación. Del mismo modo que la tabla de una mesa no se sostiene si no tiene bajo ella patas dispuestas con función estructural, un niño no podrá ser un ciudadano de bien el día de mañana sin una base educativa sólida en base a la cultura ciudadana. Aquí entra el deporte entre muchos otros factores.
Y es que es cierto, que los padres deben establecer límites y velar por una educación de calidad. Atendiendo a los factores de excesiva competitividad que se dan en ciertos deportes, en varias ocasiones, no solo con ambientes hostiles con intercambio de improperios, sino en ocasiones, llegando a las manos, los expertos hablan de modelos de comportamiento en base a valores. La Perspectiva Crítica endereza la visión hacia la convivencia por conocimiento de la propia naturaleza de los valores éticos más determinantes en la conducta ciudadana.
Perspectiva crítica a través de la enseñanza
Desde una visión individual, según las grandes élites de la didáctica, debemos integrar estos valores en aquellos que se inicien o que formen parte de la enseñanza:
- Responsabilidad: Proporcionemos autonomía, si no, solo se puede llegar a ser disciplinado. Esto conlleva en su misma definición otorgar confianza y delegar decisiones. Todos debemos ser dignos de representarnos a nosotros mismos.
- Autoestima: Ayudemos a los implicados a aceptarse. Solo aceptándonos podemos ser transparentes y favorecer la comunicación. Sin comunicación no tendríamos la oportunidad de vivir en una sociedad de bienestar.
- Salud-bienestar: Es una cuestión de carácter transversal (educación para la salud), aunque la educación física es la ciencia que más influye en ella. Asesoremos, aunque a ser posible, sobre todo con evidencias científicas. Las redes y la globalización han propagado campañas de información falsa, adoctrinando precipitadamente y bajo unas bases científicas no claras y de baja calidad a las personas. Seamos críticos al seleccionar información.
- Honradez: Inculquemos la capacidad de hacer un juicio equilibrado buscando lo correcto. Para ello trataremos de servir de ejemplo a quienes nos brinden su confianza.
- Libertad: Nuestra libertad acaba donde empieza la del otro. Es importante esta cuestión para discernir el bien del mal. Si estamos de acuerdo en que ser libre es necesario para ser feliz y no caer en la cárcel de la supresión y anulación de la voluntad individual, debemos aceptar que aquello que viole la libertad de un tercero, no es una buena acción. ¿Amenazar a un árbitro limita la libertad del mismo al tomar decisiones?
Bajo una dimensión social, se consideran los siguientes puntos éticos:
- Cooperación: Todo un grupo es necesario para conseguir objetivos. Debemos valorar las virtudes de los nuestros. Todos tenemos recursos que ofrecer por pequeños que sean.
- Igualdad: Tengamos en consideración que somos equivalentes (tenemos el mismo valor), pero no iguales. Por ello necesitamos igualdad de oportunidades pero adaptación individual. De este modo, no tiene sentido que a dos niños en un equipo cualquiera, se les exija el mismo nivel en una sesión de entrenamiento cualquiera. Cada cual tiene sus particularidades, y el buen entrenador se adapta a ellas y explota las aptitudes diferenciales de una manera progresiva y saludable.
- Tolerancia: Respetemos a lo diferente siempre que no atente contra las libertades individuales.
- Justicia: Tomemos decisiones equilibradas. Lo importante es saber justificar las elecciones tomadas.
- Ayuda: Ha de ser desinteresada (solidaridad). Implica el sacrificio de dar sin recibir. Puede parecer poco práctico, pero a la larga se multiplicaría en voluntariado de personas que realizan esta acción puramente altruista. Con ese pequeño estímulo, muchos serían los que podrían cruzar la línea que separa el abandono de un sueño por crispación, de la fuerza y vigor que tenemos y que nos ayuda a soñar y a luchar por nuestros proyectos.
Por añadidura, veremos un ejemplo práctico. Todos hemos podido vivenciar situaciones desagradables en entornos deportivos infantiles, donde en numerosas situaciones el núcleo del conflicto o enfrentamiento proviene de la propia grada por la intervención desacreditada y poco conveniente de algún espectador vociferante. Ante esta realidad debemos plantearnos la raíz del problema. ¿Es la competitividad mala, o se puede ser competitivo y a la vez respetuoso? La respuesta la hallamos si nos paramos a pensar en los deportes que nos resulten más familiares, y es que quizás podríamos estar de acuerdo en que en algunos se respira cierta paz y en otros los espectadores precisan de cuerpos policiales armados que velen por la integridad de las personas.
Al final, el deporte en sí no es la raíz del problema, sino la cultura y la influencia de la misma sobre dicho deporte. Dicho de otra forma, la competitividad no es mala, sino el exceso de la misma, ese radicalismo donde solo importa el ganar, dejando escapar lo relativo a la finalidad del evento que presenciamos. No olvidemos la esencia del deporte y utilicemos las herramientas que nos ofrece en disposición de nuestros pequeños. Pongamos los cinco sentidos en el devenir y erradiquemos aquellas conductas que perjudiquen a los nuestros, ¿qué sentido tendría entrenar si no es el de cambiar a mejor?