Revista Libros

Vamos con retraso, pero vamos (sobre cierta chica pelo-moco)

Publicado el 05 noviembre 2010 por Niicky.gray
Esta claro que últimamente, sumida como he estado en mi caos personal de trabajos, clases y demás, muchas cosas interesantes se han escapado de mi curiosa mirada. Entre ellas, las últimas noticias sobre cierta saga que adoro (y cuya reseña del tercer libro tengo pendiente aún) Y es que el cuarto volumen de la saga de Bárbara G. Rivero tiene nombre por fin :)
Laila Winter y el corazón de las sombras.

Decir que suena interesante es quedarse corto, pero aún tendremos que esperar -por desgracia- hasta el año que viene para tenerlo en nuestras manos y saber cómo continúan las aventuras de Laila y sus amigas. Sin embargo, para hacer la espera más llevadera (o ponernos los dientes aún más largos), aquí tenemos un pequeño fragmento de lo que nos aguarda entre las páginas del nuevo libro.~Atención, nemhiries que aún no conozcan todos secretos (hasta ahora sabidos) de Ïalanthilïan, absténganse de leer estas letras.~
Muy lejos en lo alto, el sol apenas iluminaba el cortado de rocas grises que caían como una cortina de plomo llena de dientes, y la noche se desparramaba sobre la inmunda ciudad de Throagaär, rebosante de vida. Un destello púrpura, un ojo engañoso que distorsionaba el paisaje opresivo era la única luz, tan siniestra como el aleteo de un cuervo carroñero. Las sombras se deslizaban por la tierra como dedos untuosos, buscando con ansia el aroma de la sangre.

Aurige miró a Laila con ojos aterrados pero la chica no hizo gesto alguno ni sonrió al verla. La daga en su mano se teñía de rojo.– Las has matado –la voz de la lunarïe fue un eco entrecortado de horror al descubrir los cuerpos sin vida de Cyinder y Nimphia a los pies de su amiga.Laila ensayó una mueca que pretendía ser una sonrisa sarcástica. Sus ojos verdes relucían en medio de la penumbra como dos esmeraldas espectrales. Las sombras se movían a su alrededor, sonrientes, llenas de colmillos afilados.– No puedo creerlo –gimió Aurige en un susurro sin poder apartar la vista de las figuras inertes, las lágrimas surcaban sus mejillas–. Tú no, Laila…– Sí –confirmó ella con el cuchillo destellando por entre los hilos de sangre–. Y ahora, ya sólo quedas tú…


Que levante la mano quien lo quiera (¡yo!)
Fuente: El diario de Laila Winter.

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