Ya te dije ayer que hoy te lo contaba. El sábado fuimos de boda. La madrina de Chocolatina Mayor se casaba. Así que nos pusimos monísimos de la muerte, porque la ocasión lo merecía, por supuestísimo.
Les compré a Las Chocolatinas unos vestiditos en Zara, rebajados. Sencillitos, pero las dos iban monísimas.
Se casaron en la iglesia del Barri de Mar de la ciudad. Pequeña, muy mona… y llenísima de gente (más de dos cientos invitados). Y el banquete se celebró en la casa de los abuelos del novio (ya marido). Una casa preciosa, en la playa de Sant Cristòfol.Cuando llegamos, ya servían en aperitivo. Todo, delicioso: saquitos de queso brie, saquitos de butifarra negra, piruletas de queso parmesano, bolitas de queso fresco rebozadas con nueces, risotto con bogavante, cucuruchos de steak tartar con un puntito de mostaza antigua, salmón, huevos de codorniz fritos y muchísimas cosas más… madre mía, ¡estaba todo delicioso!
En cuanto a las bebidas, pues imagínate: tres barras. Una de combinados; otra de caipirinhas y mojitos, y otra de gin tonic. Barra libre, claro.
Con una barra así, te imaginas lo que estuve bebiendo durante el apertivo, ¿verdad que sí? Pues eso, Lady Mojito’s on the stage, baby! ¡Qué riquísimos estaban, oyes! Y no te cuento lo bien que entraban, suaves, nada cargados. Una delicia; de los mejores que he probado, quitando los mojitazos de sandía de Sa Calma, la coctelería del paseo marítimo de la ciudad.El aperitivo tenía lugar en la parte de jardín que queda justo en la entrada de la casa. Después, para la cena, pasamos a la parte trasera del jardín, donde montaron esto que te enseño:
Ah, el dato curioso: la tarima que ves estaba montada encima de la piscina. Ahí queda eso. La carpa ocupaba casi todo el jardín; al final, entre la carpa y la balaustrada, quedaba todavía un buen trozo de terraza, que hizo las veces de pista de baile una vez que terminó la cena; lo verás mejor en esta foto: Sí, lo del fondo es la playa; la casa tiene unas escaleras por las que se accede directamente a la arena. Todo un lujo. La verdad es que el sitio era incomparable. Cuando se hizo de noche y asomó la luna, ya fue lo más. Un lugar genial para celebrar un banquete de boda, desde mi punto de vista.También tuvieron en cuenta a los más peques, que eran muy pocos, y muy peques: Chocolatina Mayor era la más grande de los cinco niños. Aún así, les pusieron una mesa, presidida por un gran pastel de chuches, en la que tenían material para recortar y colorar, pomperos, y contrataron a una monitora que estuvo con ellos durante la cena.
Una vez estuvimos sentados todos, entraron los novios y ya empezaron a servir la cena. Éste fue el menú:Tartar de bogavante con sopita de tomate y frutos rojos
Rodaballo con rollitos de judía verde y cebollitas caramelizadas, aceite de jabugo y piñones
Sorbete de kéfir, lima y limón, con merengue crujiente
Pastel nupcial
Estaba todo delicioso, muy suave, ligero. Nada pesado. Regado todo con Perfume de Vino Blanco (D.O. Penedès) y cava Agustí Torelló (Brut Reserva). Después, cafés, infusiones y petit fours.
Las Chocolatinas se durmieron antes de que terminásemos la cena; y las dejamos durmiendo dentro de la casa, en una sala en la que había un par de sofás; tardaron poco en dormirse.
Los novios hicieron regalos a un par de parejas, que se supone que tienen que ser las siguientes en pasar por la vicaría; y también regalaron el ramo de la novia.
Abrieron el baile: luego bailaron con los padres, y después ya se abrió la veda. Si bien al principio la cosa apuntaba… aburridilla (Frank Sinatra, Nina Simone, rock’n'roll… luego el DJ cambió de tercio. Ojo, es música buenísima, eh; pero quizás no la mejor para animar el sarao. La explicación del DJ, por lo visto, fue que, como había gente mayor, pues había que poner de todo un poco. Pero bueno, al final la cosa se empezó a animar.
Bailé como una descosida; además hubo momento revival a tope: El tiburón, de Proyecto Uno; El ritmo de la noche, sí, la original; Lady, de Modjo; Maria Caipirinha, de Carlinhos… bueno, que estábamos bailando, dándolo todo… hasta que Las Chocolatinas se despertaron. Y ahí fue cuando decidimos que era hora de irse. A las cuatro de la mañana, que no está mal.
Y así pasamos la tarde-noche del sábado. Nada mal, ¿verdad?