El comunismo está triunfando al proletarizar todos los países del mundo, regidos, uno, por el Partido Comunista chino, y los demás, democráticos o no, por capitalistas que imitan a Pekin.
La mutación acaba de demostrarla Maurice "Morry" Taylor Jr., presidente del gigantesco grupo estadounidense Titan, que cierra su fábrica de ruedas Goodyear de Amiens, a 143 kilómetros al norte de París, porque “los franceses trabajan tres horas, paran una para comer, y después se dedican a charlar otras tres horas”.
El Gobierno de François Hollande le había pedido a Taylor que no despidiera a los 1.173 trabajadores de su planta, pero el empresario contestó llamándole vagos a sus trabajadores, resumen de lo que, para él, fueron cinco años de negociaciones con los sindicatos.
Durante décadas la Goodyear de Amiens iba sobre las reudas que fabricaba y era el ejemplo del triunfo de la sociedad del bienestar y del capitalismo de rostro humano frente a la proletarización comunista del Este de Europa, especialmente la soviética.
Cayó el comunismo europeo, pero el chino aprendió de los errores soviéticos y, sobre todo, del capitalismo.
Y decidió mantener su dictadura mejorando lentamente el nivel de vida de sus ciudadanos, haciéndole la competencia con sus productos a la sociedad del bienestar, naturalmente, capitalista.
La globalización, la reducción de las barreras arancelarias, los inversores, que acuden a donde obtienen mayores beneficios, y los consumidores que compran barato a sus propios competidores, aunque a la larga pierdan su trabajo, facilitaron el camino hacia el comunismo universal.
Los chinos vivirán algo mejor que ahora y los europeos vivirán como los chinos.
El comunismo habrá triunfado y todos estaremos regidos por la alianza del Partido Comunista y la Unión Comunista de Supercapitalistas (UCS).
Se cumplirá la teoría que Camba enunciada hace un siglo: comunismo y capitalismo terminarán igualándose.
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