Año 2020. En marzo de 2010 escribía esto, apabullada de ideas, de fuegos, de incertidumbres... Era un volcán de creatividad, quería vivirlo todo, dar salida a todas mis ansias, estallar como los fuegos artificiales, colorida, aventada porque todo era posible. Pero, al mismo tiempo, todo estaba en el aire, ese aire que se movía incierto. Así es la vida, un vaivén, porque, aunque creamos tener el control, un día ocurre algo inesperado y llega el cambio, nos guste o no.
Año 2020. Parece mentira. Y aquí estamos. Tenía fuego en el alma. Y diez años menos, claro. Ahora atravieso una etapa de vida tranquila (sí, aunque no lo parezca, que me muevo más que el baúl de la Piquer). Y han de ser, sin duda, los placenteros acontecimientos, los distintos aprendizajes (a veces impuestos, a veces buscados y, otras veces, por torpeza) y el cultivo de las relaciones con amistades y personas cercanas, algunos de los factores que han hecho que me guste esta forma más calmada de afrontar todo eso que se avecina, sea lo que sea.
Año 2020 y se me haría larguísimo contar la de cosas buenas que me han pasado. Malillas, unas pocas, pero menos. O tal vez sea que tiendo a minimizarlo, según me dé y dependiendo de cómo tenga el día. La mejor: la gente buena. Sin duda. La gente que te hace la vida fácil (como dice @Manolux4444 en su tuit).
Año 2020. Bienvenido, con tus más y tus menos, con tus incertidumbres, con tus miedos, pero también con tus nuevas historias y todas tus posibilidades. Ya que estamos aquí, al menos que sirva para algo bueno.
P.D.: Mientras tanto, un nuevo gobierno en España, un Trump desaforado, un año complicado en lo profesional y muchas interrogantes. Como le diría Agustina Ruiz Dupont a su primo Casimiro: "Vamos, que nos toca".