!No la mires!
– Pero, es tan linda.
– Así debe ser… por eso todos caen.
– Pero…
– Si quieres ve, pero igual tendrás que venir conmigo un día.
Un día… no hoy, no ayer, quizás mañana; un día donde las lágrimas gruesas en tu cara me hagan parecer peor de lo que soy. No es extraño. Te advierto de los fallos, del momento de mi llegada. Desde que ella te toma, sabes que yo llegaré un día. Pero, igual te molestas. Como si fuese inadvertido, traicionero, inesperado. Ya, todos han pasado por esto, pero quieren volver a hacerlo. Retumban sus corazones pues suponen en cada encuentro encontrarán una respuesta. Es fallido. Sólo es un recorrido y la verdad está conmigo.
Claro, yo no te engaño. No te llevo por un sinfín de sensaciones que llegan y se van. No te hago aferrarte a nada particular. Solo te muestro tranquilidad. Y, aun así, te molestas. A veces, me río cuando me llaman en medio de sensaciones contradictorias, como escape al dolor, la lujuria o el temor. Ella, es belleza, parece casi angelical. Te muestra sensaciones que no comprendes, abrumadoras, frenéticas, encantadoras… luego, obviamente debes pagar; pero no es algo advertido, más eso si lo aceptas. Por cada risa, hay una lágrima. Ese es el precio de irte con ella. Además, es temporal. No puede darte como yo la eternidad. Pero igual la prefieren.
Es hermosa, pero terrible. Cada vez que uno de ustedes se va con ella, hacen todo peor. Han adquirido una consciencia equívoca de mí y de ella. Entonces, creen poder cambiar las cosas. El mundo que les presentó, ese mágico lugar, es una alteración de su realidad. Ven a mí, yo soy la eternidad. Pero una real, sustentable, sostenible, perfecta. No una mentira abierta, una tendencia a conocer, mal sabido, lo que ha de suceder.
Me han repudiado, me han maldecido, odiado y adorado pero temido. Luego, llegan así, perdidos y temblando, sonriendo al recuerdo de ella. Piensan que yo lo aparté. No saben, o no quieren saber, que ella los entregó. Porque, no había más, porque luego de un tiempo esa alteración caería en realidad, llegando a ser yo. Quizás por eso me molesto, porque era como ella, me sonreían, hasta que no quise ni pude mentir más. Se me castigó. Ahora soy el guardián de la eternidad. El que le da la bienvenida a todos los que no quieren llegar.
– Entonces, si voy con ella. ¿luego vendré contigo?
– Amor, mi dulce compañía. Tú ya fuiste con ella. Pero hace tanto que, por suerte o desgracia, le has olvidado.
– Y ¿lloré?
– Manantiales enteros.
– Que bueno.
– ¿por qué?
– Sólo significa que reí demasiado
– Si. Cierto es.