Tuve la oportunidad de visitar la exposición “Van Goh Alive”– una increíble experiencia multimedia- en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y no, no la recomiendo en absoluto.
Soy fan absoluta del pintor, conozco su biografía y muchas de sus obras. He tenido la suerte de disfrutar en vivo al ver los Girasoles en la national Gallery de Londres; La Noches Estrellada en el Moma de Nueva York; y La Habitación en el propio Museo Van Gogh de Amsterdam. Allí también descubrí mi favorito: Almendro en flor, uno de los cuadros que mejor refleja -desde mi punto de vista- los intentos del artista de renacer por encima de si mismo, de sus adversidades y de su enfermedad mental.
Pero lo del Círculo de Bellas Artes no es Van Gogh. No es mas que un intento burdo de llenar de tecnología el arte y trasladar la mezcla a un espacio imponente para hacer sentir al público parte de a obra. El truco más viejo del mundo: hazlo grande y será mejor. Van Gogh no necesita las pantallas ni las perspectivas ni siquiera la animación. Van Gogh es Van Gogh. Su historia es más que suficiente para aprender a valorar su arte y llenarlo de efectos especiales no es más que un error.
Así que no os lo recomiendo, para nada. Y si aún así decidis ir, pues aprovechad para empaparos de la música que han unido a las recreaciones de sus obras, y también a hacerle una foto a la peculiar recreación de su habitación. De lo poco que merece la pena y lo que mejor ejemplifica el sentido de la exposición: esta todo lo que le rodea, pero falta sentir al autor.