Gracias a Pilar Tejera y Ediciones Casiopea por incluirme entre las finalistas en el VII Premio Internacional Relatos de Mujeres Viajeras, editado en Octubre 2015.
Fecha del viaje: Noviembre 2009
Nunca pensé que en este bello rincón del mundo donde Tanna es llamada " la isla de la
felicidad", en Vanuatu, algo así me podría suceder:
Ese dia salimos temprano mi amigo y yo de nuestras cabañas de excursión rumbo a
unas cascadas donde apenas existía información . Pero estábamos seguros que con la
ayuda de la gente local lograríamos llegar .
La isla es preciosa y la gente nos saludaba al pasar, los niños nos sonreían con sus caritas
iluminadas por la emoción al vernos, corrían para acercarse y tocarnos. Los adolescentes
llevaban grandes cuchillos afilados en forma de sables entre otras cosas, para cortar las
hierbas y matojos y facilitar el camino por la selva.
Antes de llegar al poblado de Imaho, vimos a lo lejos una pequeña iglesia. Dos niñas del
pueblo ,Stephanie y Silvie al preguntarnos a donde nos dirigíamos desearon enseñarnos el
camino hacia las cascadas pues con su lenguaje local entendimos que estaban aún muy
lejos y que no había indicaciones, así que decidieron acompañarnos sin más, por lo que quedamos
encantados.
Después de andar más de tres horas, el camino empezaba a volverse mucho más empinado
y tortuoso bajando y subiendo por precipicios y finalmente llegando a un gran río que
atravesamos y donde la mujeres se encontraban lavando la ropa. Seguimos el cauce del río.
Yo, sumida en mis pensamientos daba las gracias a estas niñas que nos acompañaban
porque si no solos no sabriamos volver. Desembocamos a la otra parte del rio donde las
aguas eran mucho más tranquilas. Aquí se encontraba un padre tranquilamente
con su hijo pequeño desnudo bañandose pero que al vernos rompió a llorar porque esa
reacción de susto y miedo que tuvo era por ser la primera vez que veía al hombre blanco,
según las palabras del padre que se comunicó con nosotros en francés.
Esto me hizo
reaccionar y me di cuenta que nos encontrábamos muy lejos de la civilización.
Aprovechamos para preguntarle si sabía el tiempo que faltaba para llegar a las cascadas, si
se encontraban cerca y nos dijo que no, que aún faltaban casi dos horas más.
Como el camino se hacía cada vez más dificultoso opté por quedarme en este
lugar para bañarme en el rio, contemplar el paisaje y reflejar esos momentos en mi diario de
viaje porque el lugar merecía una parada. Era maravilloso.
Tambien todo el recorrido que
habiamos hecho de ida tendríamos que hacerlo de vuelta y le dije a mi amigo que
yo le esperaría aquí, que subiera sin mí tardara lo que tardara.
Finalmente decidí bañarme pues me quedé sola, el agua estaba fría y me llegaba hasta la
cintura pero era muy recofortante después de una larga caminata. Al cabo de un rato una
señora se acercó a buscar agua y al verme me sonrió, merodeaba un poco por mi entorno
y le invité a que se bañara conmigo. Apenas hablaba palabra en inglés o francés, legado de
haber sido condominio en tiempos pasados. Su idioma es el bislema, pero en todo Vanuatu
hablan unas catorce lenguas. Rose tiene dos hijos pequeños. Se quedaba junto
a mi a un lado cantando y cuando ella terminaba de hacerlo cantaba yo y nos reíamos y
jugábamos con el agua. Era un placer poder compartir estos momentos tan íntimos con
ella, por lo que me sentía muy feliz y enseguida me hizo recordar que Tanna era conocida
como "la isla de la felicidad".
Cuando se marchó despidiéndose con una sonrisa, salí y me recosté en una palmera caída
para tomar el sol, reflexionar, contemplar y escribir lo que sentía en esos momentos de
solitud al encontrarme con la madre naturaleza.
Rompió a llover durante unos quince minutos y el sol desapareció pero de nuevo al remitir
la lluvia resurgió de nuevo. Continué tomando el sol pero al cabo de un buen rato vi que
en la lejanía había un chaval de unos 16 años que andaba espiándome. Me giré y no le di
importancia siguiendo con lo mío pero alerta. Al cabo de unos segundos volví la vista atrás
de nuevo y cada vez lo tenía más cerca, parecía que iba avanzando como una gacela de
ágiles brincos . Esta vez presentí algo, mi intuición me decía que algo venía a buscar
porque cuando me giré de nuevo recogiendo mis cosas y vistiéndome, lo tenía casi encima.
Aparenté tranquilidad y en ese momento se tocó sus partes señalando también las mías. No
pintaba nada bueno y al ver que yo no le hacía caso y seguía leyendo hizo el ademán de
sacar el cuchillo sable que llevaba poniendo la mano en la empuñadura y al ver que yo ni
me inmutaba me hizo ademán para que le hiciera una felación. Al ver que yo
permanecía allí sin transmitir miedo y gesticulando que estba loco y diciéndole
que se marchara , aún dudaba y buscó una gran piedra
para arrojármela en la cabeza . Como no estaba a más de medio metro de mi
pensé "he de ponerme de pie firme y gritar" porque la piedra me la iba a lanzar con todas
sus fuerzas.
Así que me puse de pie y llamé a mi amigo gritando "Sébastien, vien ici s'il vous plait' para
hacerle creer que mi amigo se encontraba cerca.
El entonces observó a todos lados todo lo que alcanzaba su vista de lince por si aparecía el
tal Sébastien y entonces echó a correr. Cuando lo vi salir, me dije "pies para que os quiero"
para salir pitando de allí y suplicando que no volviera a aparecer.
En ese momento si que me entró el miedo porque me encontraba sola y tenía que atravesar
el camino de vuelta corriendo y de forma instintiva para acercarme al menos al poblado de
Imaho que se encontraba a unos 20 minutos de allí. Mis mis piernas treparon, atrevesaron
el río, saltaron y corrieron sin mirar atrás, estaba muerta de miedo pues aún me quedaba
mucho por recorrer sin saber con quien me encontraría por el camino.
Fueron los 15 minutos más angustiosos de mi vida, primero porque no recordaba bien el
camino con el temor de equivocarme y segundo porque no se si el chaval de 15 o 16 años al
verse engañado volvería a buscarme y me alcanzaría pues corría como un gamo. Además
todos los hombres llevaban machete y temía encontrarme con alguno, ya no confiaba.
Deseperadamente pensaba que pronto tenia que encontrarme con la plaza de la cabaña en
el árbol pues al partir me quedé con ese punto de referencia a la salida del pueblo a la ida.
Eso significaría que me encontraría cerca de Imaho y allí me sentiría segura.
No vi a nadie por el camino. De repente, como una aparición, vi la casa del árbol por lo que
me alivié pero fui corriendo a las cabañas del poblado para pedir auxilio y explicarles lo
ocurrido. Me encuentré a niños jugando que al verme se acercaron y yo les pedí ver a su
mamá. Salieron varias mujeres de la casa y me acogieron enseguida al explicarles lo
sucedido, me preguntaron como vestía el chaval para saber si era del pueblo pero al decir
que iba casi desnudo me aseguraron que sería de una de la tribus de las montañas.
Fueron a hablar con el jefe del poblado y nos aseguraron que no era de Imaho pero les di las
gracias por su ayuda.
Me quedé el resto de la tarde con las mujeres que me hicieron
compañía y les di mi comida agradecida para que los niños la compartieran.
Esperé a que volviera mi amigo y pasé el rato jugando con los niños y los cerditos que
criaban en la choza.
Allí, con un cúmulo de sentimientos y sensaciones volví a ser feliz.