Este tema me ha costado sacarlo, la verdad. Comprendo que un vaquero es un “must” (¿véis lo bien que uso expresiones de bloquera? ¿soy la nueva Paula Echavarría?) en cualquier armario. Menos en el mio.
Es que no entiendo qué es lo que tienen los vaqueros de cómodos. NO. A mi se me clavan y la tela me parece dura.
Otra defensa que se suele hacer es que pegan con todo. Pues yo cuando me pongo un vaquero nunca sé con qué ponérmelo sin parecer que estoy arreglando el jardín.
También se dice que sirven para todo el año. A mi en invierno me dan frio y en verano me ahogan de calor.
Que no, que no les veo la gracia.
Tengo vaqueros, porque si hay que tenerlos se tienen. Claros, oscuros, rotos, acampanados, pitillo (todos del Primark, que gastar en esto me parece una tontería). Me los pongo muy pero muy de vez en cuando. De hecho, el día que me los pongo causo estupor en “mi entorno” (ahora parezco una colaboradora de Sálvame, todo el día con los entornos).
Total que de este tema poco puedo hablar por experiencia propia, pero como observadora y “trend-hunter” (TOMA YA) me voy a permitir opinar.
Con 20 años te puedes poner cualquier vaquero (y cualquier cosa), pero a partir de los 40 el cuerpo va cambiando (es así, hay que asumirlo). Y cambia a peor.
Si no te quedan bien los vaqueros de Stradiviarius no te los pongas, criatura. Que la lorza existe (aunque estés en la talla 34 y delgadísima) y el talle muy bajo le da libertad de acción.
Pero tampoco te pases y le pidas la dirección de su estilista a Julián Muñoz. Un vaquero sobaquero es como ir gritando a los cuatro vientos:
- ¡Soy amorfa y me encanta!
Hay que tener cuidado. Sólo digo eso.
Que queréis que os diga, donde esté un pantaloncito negro discreto y que pega con todo que se quite el vaquero.
Los vaqueros que me gustan de verdad son como éste:

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