Revista Empresa
Recuerdo con gran claridad una frase que solía decir el Director General de la empresa en la que conseguí mi primer empleo serio: “al trabajo se va silbando, y se sale silbando de trabajar”. En aquel momento no tenía muy claro qué es lo que con aquello quería decir. Pensé que serían “costumbres holandesas” ya que tanto la empresa, como aquel alto ejecutivo acababan de instalarse en España.Es ahora, años después, cuando realmente entiendo que aquel chascarrillo encerraba un mensaje de gran trascendencia relacionado con la felicidad en el trabajo y es que ésa satisfacción no se encuentra por hacer lo que uno quiere, sino por querer lo que uno hace.Como se analiza en el ebook que tatum publicó sobre Felicidad en el trabajo, son cuatro los factores que determinan que el individuo pueda sentirse dichoso en el entorno laboral: la persona, el jefe, el equipo y la cultura/estrategia de la organización.De esos cuatro, me quiero centrar en el primero, y no porque los otros no tengan importancia, sino porque creo firmemente que la clave para conseguir la felicidad reside en uno mismo.Y ahora, un sencillo examen de agudeza visual: ¿Cuántas veces en este último mes hemos llegado canturreando a la oficina? ¿Cuántas veces hemos sonreído en el atasco camino a casa pensando simplemente en la satisfacción del trabajo bien hecho?Si no encontramos respuestas a estas preguntas o aceptamos que somos incapaces de encontrar ningún aspecto de nuestro trabajo que nos permita estar satisfechos, podemos concluir que tenemos un problema. Si es así tengo dos noticias para vosotros.La buena es que el problema tiene solución y, por increíble que parezca, una fácil. ¿Por qué? Porque depende de nosotros el poder cambiarlo. No depende ni de nuestro jefe, ni de nuestra empresa, ni mucho menos del plan estratégico de turno. La “menos buena”, es que ha llegado el momento de reflexionar, tomar decisiones coherentes y consecuentes y actuar. Esto, que en sí mismo no es una mala noticia, implica que nos vamos a tener que poner delante del espejo, que vamos a tener que movernos para salir de “la zona climatizada”, y la cuestión es que a lo mejor vemos arrugas o nos ponemos a sudar o a pasar frío. Y eso ya nos puede incomodar.Analizar nuestras debilidades y fracasos, tomar consciencia de nuestras capacidades agradeciendo todo lo bueno que tenemos o asumir con honestidad las consecuencias de nuestras elecciones y decisiones, nos pone en una posición distinta: ya no somos víctimas de una situación, sino responsables de encontrar una alternativa.Esa ruptura con el conformismo supone despertar para ser realista, valorar lo que se tiene y en lugar de quejarnos por lo que nos falta, adoptar el papel protagonista para no renunciar a un futuro laboral mejor.De hecho la felicidad como afirma Virginio Gallardo (@virginiog), se encuentra más en la motivación, la actividad dirigida a algo, el deseo de ello, su búsqueda, que en el propio logro o satisfacción de los deseos.Por ello creo que cambiar el rol de víctima por un papel protagonista, puede mejorar el nivel de felicidad que somos capaces de alcanzar en el entorno laboral. Una felicidad que incluso nos pueda sorprender y hacernos silbar cuando vamos a trabajar.