Las películas (americanas) nos enseñan que cuando un vecino nuevo se muda a la puerta de al lado, hay que recibirle con una tarta, preferiblemente una "cherry pie" como las que aparecían en los dibujos animados del oso Yogui. Por supuesto la costumbre de llevar tarta al vecino siempre sucede en urbanizaciones de ésas con adosados idénticos, garaje para dos coches o para que los hijos adolescentes ensayen con su grupo de rock y césped cuidadísimo que corta un emigrante sin papeles o tal vez un atractivo joven sin camiseta con el que la señora de la casa mantendrá un tórrido romance, escondiéndose para ello en el garaje donde es posible que el hijo adolescente les pille.
Sí, al final que te traigan un cherry pie (también conocida como "tarta del alféizar", por culpa de los dibujos animados del oso Yogui) implica que tu vida acabe convertida en un capítulo de "Mujeres desesperadas":
Bree Van De Kamp hacía perfectas tartas de alféizar. También estaba pelín desequilibrada, pero no se puede tener todo en la vida.
Quizá mis problemas con los vecinos de al lado nunca hubieran comenzado con una cherry pie a tiempo. La lástima es que soy una repostera pésima. Sólo sé hacer bizcochos que acaban quemados por arriba y crudos por abajo... El caso es que primero sufrí a una vecina escandalosa en todo: hablando por teléfono, moviendo muebles... y haciendo otras cosas que os imagináis porque sois gente muy creativa. Ya hablé de ella aquí. Al menos su pasión desaforada se terminó en cuanto su novio se mudó a vivir con ella y acabaron por irse a vivir fuera (no sé si juntos o separados y, la verdad, me da igual).
Después llegó una vecina que era tan, pero tan discreta, que tardé semanas en darme cuenta de que el piso volvía a estar ocupado. Me las prometía felices hasta que descubrí que esta vecina también era escandalosa en la intimidad. También hablé de ella por aquí. Acabó marchándose y entonces se mudó una pareja. Yo ya daba por hecho que me esperaba lo de siempre: los gritos desaforados que esa habitación del cuarto izquierda provoca mágicamente en toda pareja que decide echar un caliqueño ahí (¿sabíais que caliqueño es una especie de purito?, ¿no? Así es este blog, educa y entretiene). Y no. Empecé a pensar que quizá la pareja en cuestión no eran pareja, sino hermanos. Pero el tabique finísimo que separa su dormitorio de mi salón me informa enseguida de que aunque sean discretísimos con sus caliqueños, en todo lo demás no lo son. Por la mañana se dan los buenos días con un potente: "¡Buenos días, amor!". A los dos les gusta mucho hablar por teléfono. Él, además, habla por skype en inglés con clientes o socios. Pero lo que más hacen es hablar el uno con el otro. Cómo se comunica esta pareja, oye. Largas charlas antes de irse a dormir. Y más charlas cuando se despiertan y se dicen su "¡¡¡¡Buenos días amooooor!!!!". Que no entiendo de qué hablan, ¿de lo que han soñado esa noche?, ¿qué les pasado de nuevo entre conversación nocturna y conversación diurna? Eso sí, del mundo caliqueño, nada. Cero. Ni un jadeo, ni una risita. Nada.
El caso es que un buen día decidí hacer una cena. No una fiesta, no. Una cena. Que estoy en esa fase de la vida en la que invitar a gente a casa y despertarme con el suelo pringoso y la cocina convertida en zona de guerra da mucha pereza. Éramos cinco contando conmigo. Cenamos, bebimos, vimos video clips viejunos en la tele... vamos, un jolgorio salvaje que terminó a las dos y media de la mañana de un sábado. Pues hete aquí que cuando estoy despidiendo a mis invitados encuentro una nota bajo la puerta. Esta nota:
Me voy a la cama y empiezo a darle vueltas a una frase de la nota. La frase es: "vuestra conversación se escucha". Recuerdo todas las conversaciones que yo he oído de los vecinos por la mañana, por la tarde, por la noche, los buenos días amor, los buenas noches amor, los amor a secas... y me enfurezco cosa mala. ¿Pero esta gente se creerá que el sonido va en una sola dirección y que ellos me oyen a mí pero yo a ellos no? Además,¿de qué maratón hablan, si jamás les he visto a ninguno de los dos en chándal?
Ese lunes coincidimos los tres en el ascensor. Nos damos los buenos días y nos callamos. Éste es un momento crucial. ¿Dirán ellos algo de mi cena del sábado? Decido callarme y dejarlo pasar porque es posible que ellos hayan pensado que su queja estaba fuera de lugar, que la gente tiene derecho a hacer una triste cena un sábado por la noche y que si ellos me oyeron yo también les he oído... Entonces alguien pregunta:
- ¿Y qué tal fue la maratón?
Anda, que lo he dicho yo. Veo cara de pánico en la chica de la pareja. En él veo odio profundo.
- Pues mal, no rendí porque como no dormí bien...- dice él. Está claro que me culpa por haber perdido la dichosa maratón.
- Ah, ¿sí? Qué lástima- respondo. Quizá el tono en el que he dicho "qué lástima" haya sonado falso. Quizá.
Llegamos a la planta baja y nos vamos cada uno por una dirección sin mirarnos siquiera.
Entonces comienzan las hostilidades. Un día que ella pregunta a grito pelado: "¿¡Amor, dónde están mis botines blancos!?" Yo respondo desde el otro lado del tabique que: "¡Aquí no están!". Ellos empiezan a poner la música alta. Y nunca antes habían escuchado música. Yo dejo de ver Netflix en el portátil y empiezo a ver series en la televisión del salón. Veo (y ellos oyen) un montón de películas de Marvel que nunca me han interesado pero que tienen muchas explosiones. Ellos empiezan a mover muebles porque sí. Bueno, en concreto, por joder.
Es espantoso. Yo soy autónoma, trabajo en casa, necesito un poco de concentración y de silencio y ni siquiera puedo refugiarme en la biblioteca porque estamos en época de exámenes y los universitarios la han copado. Tengo que acabar las hostilidades de alguna forma. Y ya que todo comenzó con una nota, creo que es muy circular y muy redondo acabarlo con otra nota. Ésta:
Me vengo arriba y decido cocinar una tarta de alféizar. ¿Os he comentado que soy mala repostera? Pues el resultado fue éste:
Más que cherry pie, bloody pie.
Decido no darles la tarta porque va a parecer una amenaza mafiosa a la altura de la cabeza de caballo de "El Padrino". Dejo la nota bajo su puerta y, unas horas más tarde, encuentro otra nota en la mía con un sucinto "OK".
Los obreros no han resultado ser tan puntuales como prometían y las obras no han empezado todavía. Pero las hostilidades han terminado. No más ruido de muebles. No más películas de súper héroes a un volumen imposible. De momento.
Y vosotros, ¿cuál ha sido vuestra mayor bronca con los vecinos?, ¿los vuestros son de dejar notas o más de llamar a la policía municipal?, ¿habéis cocinado cherry pie alguna vez?