Revista Opinión

¿Veganas y ecologistas?

Publicado el 22 septiembre 2019 por Carlosgu82

Según el diccionario, la ecología se define como “la ciencia que estudia los seres vivos como habitantes de un medio y las relaciones que mantienen entre sí y con el propio medio” y ecologista como “persona que propugna defender la naturaleza”, mientras que el veganismo es el principio ético que rechaza el uso de los demás animales en cualquier circunstancia.

En principio, podría haber una relación directa entre estas premisas teniendo en cuenta que la naturaleza es el hábitat natural de los demás animales, parecería lógico pensar que proteger el entorno lleva implícito ampararlos a ellos. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

Lamentablemente, gran parte del ecologismo también comparte la visión antropocéntrica según la cual todo está al servicio del ser humano. También la naturaleza, que solo merece defenderse en función del beneficio que podamos sacar de ella.

Se podría creer que esto no es malo: si es bueno para las personas, también lo será para los animales que allí viven. No obstante, no es así, la realidad es un planteamiento extractivista  que en nada difiere de  la actuación de las empresas ganaderas,  madereras o petroleras  que asolan los ecosistemas. Parece contradictorio, pero no lo es.

En ambos casos, el medio es considerado como un surtidor de recursos ilimitado. La única diferencia es que la industria no tiene el menor reparo en arrasar todo lo que encuentra a su paso mientras que muchas organizaciones ecologistas abogan por una explotación sostenible.

Sostenible es un término muy elástico, que solo significa que  una  determinada práctica puede ser mantenida en el tiempo; es decir, una parte de los ecosistemas  puede ser esquilmada siempre y cuando se tenga en cuenta dejar una porción intacta para que puedan seguir siendo explotados a lo largo de los años. De este modo, asistimos a situaciones delirantes como protestar porque el plástico que envuelve a un pez atenta contra la biodiversidad pero no plantear dejar de comer al pez. Solo se muestra preocupación por que la continuidad del uso y abuso de los recursos sea posible.

Para el veganismo, es inaceptable este planteamiento utilitarista del medio porque la vida de todos y cada uno de los individuos que lo pueblan tiene valor. No importa si de una especie hay doce o doce millones de ejemplares; lo relevante es que todos ellos puedan vivir sus vidas libre y dignamente.

Otro aspecto que se defiende desde muchas posiciones ecologistas es la creación de espacios o reservas naturales donde los animales presuntamente son libres. Sin embargo, estos espacios solo son lugares de reclusión para los animales silvestres, toda vez que se ha devastado la mayor parte de su hogar.

En realidad no ofrecen una protección real, solo son reductos que sirven de refugio ocasional a algunas especies, sin llegar a ser siquiera ecosistemas estables, pues suelen estar rodeados de cotos de caza, que en España representan más del 90  por cierto del territorio, o de otras infraestructuras que les hacen imposible la migración a otros espacios.

Una situación similar ocurre en los llamados centros de conservación y recuperación de especies, que se ocupan de mantener y reproducir animales catalogados en peligro de extinción en aras de la biodiversidad, siempre supeditada a los intereses del ser humano y que no son sino simples criaderos que no tienen en cuenta en absoluto a los propios individuos a quienes dicen defender.

En consecuencia, tanto en las reservas naturales como en los centros de recuperación de especies nos encontramos, en realidad, ante granjas de suministro de animales cuya función es la de asegurar la continuidad de las prácticas que los están masacrando.

Frente a estas posiciones que se hacen llamar de regeneración y de conservación, existe lo que se ha dado en llamar el ecologismo radical, que sí plantea la defensa de los ecosistema desde un punto de vista solidario y cooperativo, considerando que el ser humano no está por encima del entorno y de los demás animales, sino que forma parte del medio como un integrante más.

¿Y dónde quedan el veganismo  y los Derechos Animales en todo esto?

El veganismo defiende la no utilización de los demás animales, en principio, no es ecologista radical ¿O sí?

Cuando compramos fruta o verdura podría parecer que no estamos siendo partícipes de la explotación animal, pero de pronto nos enteramos de que unas galletas no contienen productos de origen animal pero sí aceite de palma, cuya obtención aniquila los bosques indonesios provocando la muerte de muchos animales, como los orangutanes, por poner un solo ejemplo, ya que también podríamos hablar del aceite de oliva y los monocultivos que arrasan el hábitat de conejos, zorros o tejones.

Llegados a este punto, quizá el término veganismo se queda corto por su propia definición y sea más correcto hablar de Derechos Animales pues este es un concepto más amplio que sí contempla el daño indirecto que podamos causar  con nuestro patrón de consumo. Aquí sí entra el ecologismo radical, defendiendo tanto a la naturaleza como a cada uno de los animales que la pueblan, luchando contra la contaminación, la deforestación o cualquier otra práctica extractivista que atente contra la integridad de los demás animales y del Planeta, tanto si son sostenibles como si no lo son.

Esta no es una causa fácil pues cualquier actividad humana, incluso comer un plato de verduras locales y de temporada, va a causar un impacto negativo, un perjuicio. Evidentemente, necesitamos tierras de cultivo para alimentarnos y espacio para habitar, pero debemos encontrar la manera de compaginar  nuestra supervivencia con la de las demás especies.

Nos corresponde examinar y hacer autocrítica siempre de nuestra huella para intentar que sea lo menos dañina posible, incluso limitarla al máximo pues la naturaleza no nos pertenece, solo somos unos habitantes más.


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