Veinte años, gracias a Dios. No puedo dejar de agradecer todas las felicitaciones que he recibido y que me han hecho mucha ilusión. Gracias, de verdad de la buena. A todos los que estáis ahí desde hace tanto tiempo, a todos los que estáis ahí desde hace poco pero ya os habéis hecho un huequecillo en mi corazón.
Amigos, compañeros, familia, hermanos. Sé que muchas veces no sé mostrar lo que me importáis y sé que otras tantas estoy ausente o encerrado en mi nubarrón de problemas, pero quiero que sepáis, estéis lejos o estéis cerca, que no os olvido. Me estoy poniendo ñoño, si no te gusta yo que tú paraba de leer.
Veinte años. Esa frontera entre la adolescencia y la edad adulta. Y como siempre que se llega a una frontera toca echar un vistazo atrás para de algún modo evaluar si uno ha llevado la vida que ha querido llevar. Pienso que es necesario de vez en cuando hacer una parada a reflexionar, más todavía en esta época en la que tomarse un respiro es considerado un síntoma de debilidad.
Veinte años. Como dice aquella canción de ECDL del primer disco que me regalaron cuando cumplí los doce:
Y qué caro es el tiempo,
que me pone contra la pared.
Y si digo que miento
me estaré escondiendo otra vez.
Perdona si digo que
quiero seguir siendo lo de ayer,
un niño sin miedo que regala su cariño, no sabe por qué.
Veinte años. Sí que es caro el tiempo, sí que me pone contra la pared. He cometido miles de errores, he aprendido millones de cosas, me he cabreado cientos, he amado otras tantas, he sido rebelde y estúpido, he decepcionado y he hecho reír. No diré que no me arrepiento de nada porque sería mentira, he hecho cosas mal y no puedo estar orgulloso de ello. Nunca he entendido a los que dicen que no se arrepienten de nada. Yo sí. Porque creo que algo he vivido. Vivir, qué deseo tan grande y tan noble si supone acercarse cada vez más al Amor, la Belleza y la Verdad. Eso sólo quiero.
Cuando tenía diez años quería ser futbolista. Ahora me conformo con pasármelo bien jugando, ganar de vez en cuando y no lesionarme. Cuando tenía diez años me gustaba jugar a las chapas y sólo me preocupaba por ser el más rápido jugando al Rescate. Ahora raro es el día que tenga tiempo para jugar, y creo que la velocidad ha pasado a un segundo o tercer plano. Cuando tenía diez años tenía a mi madre para recordarme cuál era mi lugar. Por suerte, hay cosas que nunca cambian.
Veinte años. Dan para que gente que me importaba haya desaparecido de mi vida. Dan para que yo mismo haya desaparecido de vidas de personas a las que yo importaba. También dan para conocer a mala gente o para decepcionarte o ser traicionado. Algo aprendí y me costó horrores: si no soy capaz de perdonar el único que sufre soy yo. Otra cosa aprendí y me negué mil veces a reconocerlo: si yo mismo necesito ser perdonado tantas veces, ¿quién soy yo para negarle mi perdón a nadie? Me cuesta todos los días y no puedo hacerlo solo, pero entre vivir con rencor y vivir así… no hay color.
Veinte años. Una amiga me dijo ayer que buscara un propósito para este nuevo año de mi vida. Pensé en aprobar todo. Pensé en algún que otro proyecto que tengo en mente. Pensé en alguna señorita. Pensé en un yate. Y luego pensé en dónde reposa mi felicidad, mi alegría. La verdadera alegría, que es el secreto gigantesco del cristiano. Y sabiendo eso el mejor propósito que puedo tener es conservar la poca fe que tengo.
Porque sí, querido lector, en estos veinte años tengo millones de cosas que agradecer a Dios. Sé que en los tiempos que corren suena absurdo, irracional y todo lo que tú quieras, pero es así. Yo lo he vivido así, y no dudo al decir que es lo mejor que me ha pasado.
Doy gracias porque no me ha apartado de Su mano. Porque Él hacia mí se ha inclinado. Le doy gracias por la vida, que es un don. Por mi familia, que no la merezco. Por mis amigos, que me aguantan lo indecible. Por tener una comunidad que me ayuda a crecer en la fe. Por este blog que me da la oportunidad de llegar a gente que nunca habría imaginado. Por ti, que no sé cómo sigues leyendo todavía.
Porque las casualidades no existen. Y porque en realidad me gusta cumplir años.