Revista Cultura y Ocio
"En un cuarto del palacio del cardenal, palacio que ya conocemos, y junto a una mesa llena de libros y papeles, permanecía sentado un hombre con la cabeza apoyada en las manos.
A sus espaldas había una chimenea con abundante lumbre, cuyas ascuas se apilaban sobre dorados morillos. El resplandor de aquel fuego iluminaba por detrás del traje del hombre meditabundo, a quien la luz de un candelabro con muchas bujías permitía examinar muy bien de frente."
Si bien la historia de Los tres mosqueteros la conocía desde niña (gracias a Los mosqueperros, lo reconozco), tardé un poco más en saber que existía una continuación. Tras un tiempo de dudas y atraída tanto por su autor como por el periodo histórico en que se desarrolla, no pude menos que dejarme tentar. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Veinte años después.
Recuperamos a D'artagnan pasados veinte años. Es capitán de los mosqueteros y sus tres inseparables amigos han ido abandonando la guardia para continuar con sus vidas. Ana de Austria es regente de Francia y se apoya en Mazarino para gobernar un pueblo no demasiado contento que amenaza con ponerse de lado del conde de Beaufort así que nuestros ya amigos tendrán que unirse. Además, el hijo de Milady aparece en escena buscando justicia.
Empezaré citando al autor: "La historia es la percha de la que cuelgo mis novelas". Y digo esto porque, al igual que en su primera parte, se toma varias licencias históricas para dar énfasis a la obra y los personajes.
Me gustó acompañar a Dumas en el camino de la recolección de los mosqueteros, unos hombres que habían ido cambiando con el paso del tiempo y que pronto pude ver que ahora no iba a ser tan fácil unirlos puesto que estaban en bandos encontrados. Recuperar el carácter de cada uno fue como ver a viejos amigos, de esos que en un primer momento tal vez no te cayeron del todo bien pero que con el paso del tiempo del ves con ojos más benevolentes. De las ramificaciones de la historia, hay que destacar la aparición de Cromwell un personaje que tiene una gran fuerza histórica y que Dumas aprovecha a la perfección.
Estamos además en un libro más político, lo cual me resultó interesantísimo principalmente por la facilidad de pluma del autor que hace que las páginas vuelen. Ayudar a unos u otros, apoyar un bando u otro y ver lo que sucede en los intermedios siempre me ha parecido apasionante. Y más si vamos descubriendo luces y sombras de un cuarteto que ya no sólo se basa en la inquebrantable lealtad de los muchachos de la primera parte. Pero no todo iba a ser política, y aquí es cuando entra en escena el hijo de Milady buscando vengar la muerte de su madre, consiguiendo una carga emocional que me trajo de cabeza en algunos momentos buscando la resolución a este espinoso tema. Y así, entre aventuras y desventuras y con ratos francamente divertidos, vamos descubriendo esta segunda parte de un gran clásico entre pequeñas y grandes sorpresas que nos dejarán con la miel en los labios si queremos continuar hasta el final de la historia. Porque, por si no lo sabíais, es una trilogía que finaliza con El vizconde de Bragelonne; pero como decía Ende: Esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Hoy os invito a reír y llorar con un clásico más que conocido pero que tiene aún mucho que aportar y precisamente por eso, merece la pena que nos acerquemos a él. Aunque ahora que lo pienso, tal vez sea uno de estos clásicos que todos conocemos pero a los que muchos no se han acercado. Decidme, ¿vosotros conocéis mejor a los mosqueteros o a los mosqueperros?
Gracias