Revista Cultura y Ocio

Veinticuatro - un cuento de navidad

Publicado el 29 diciembre 2018 por Antonioparrasanz

VEINTICUATRO
   Juan Rosa se mueve por el centro comercial no como un pez en el agua, más bien como un cocodrilo que se deja pisotear por los búfalos, esperando el momento de abrir sus fauces y trincar el mejor bocado. Y vaya si lo trinca, junto a las puertas, cuando los carritos forman los atascos que ahora en diciembre se vuelven tan golosos, unas toallitas por aquí, una botella por allá, unos pañales por el otro lado, hasta sábanas, que con las rebajas adelantadas hay de todo, pero siempre sin desentonar, siempre con la hermosura por delante, no en vano le llaman el Guapo, con la guapura y esa sonrisa que el destino, o Dios, o Satanás, le dieron desde pequeño, y con la que ha sobrevivido hasta ahora.VEINTICUATRO - UN CUENTO DE NAVIDAD      Los veintipocos años de Juan son pocos pero muchos para el trile, para el descuido, para el levantamiento distraído de lo que haga falta, él lo sabe y por eso está hoy en el centro comercial.   - Llégate hasta allí y aprovecha, ya sabes lo que hay que traer.     Josef tan parco como siempre. Le sobran palabras para mandar a Juan al avituallamiento que le exigen las circunstancias, tanto como cuando le manda a recoger algún kilo a las casas de Los Mateos donde reparte el material para tenerlo a salvo de los maderos, que cada vez están más pesaditos, sobre todo ahora que hay que tranquilizar al ciudadano de bien y darle un golpe al menudeo es siempre lo más socorrido, para eso están Los Mateos, para tener la miseria controlada ybien a raya.       A Josef Gureanu no le gusta lo que está viviendo, no le gusta que los gitanos ya no le respeten, no le gusta haberse quedado sin hombres, y tener que mandar a Juan a descuidar algo en el centro comercial, pero es lo que hay, la situación de Maruska se le ha impuesto por encima de todo lo demás.      Ahora importan poco los tres últimos cargamentos frustrados, las cuatro casas asaltadas, o que aquel madero cabrón, el tal Inglés, tenga una bola de cristal como para saber dónde darle la siguiente patada. A Josef le han ido jodiendo el negocio en las últimas semanas, pero hoy es nochebuena y la cosa está como está, y si no ha llamado a los suyos en Cluj es porque todavía le queda una pizca de orgullo rumano que no sabe bien de dónde saca.   A Josef Gureanu no le gusta verse así, con lo que él ha sido, teniendo que mandar a alguien a por lo que Maruska necesita, él, que podría haberla llevado a la mejor clínica pero no lo hace porque eso deja rastros incómodos, él, que había tenido oro para cubrirla por entero. Él, que ahora está recogido en un chiscón de Los Mateos, el único al que el cabrón de Inglés no ha hincado el diente todavía. Él, que ve los dolores de Maruska y cómo esa tarde parece que no se acaba nunca.   Juan el Guapo, en cambio, está casi en su salsa, se ha parado a fumar un cigarro junto a dos macizas a las que desarma con su sonrisa lobuna y enigmática. Igual a ellas las respeta por el rato que le están haciendo pasar, el rato que consigue alargar a pesar de los maderos que no hacen más que dar vueltas por allí, bien motorizados bien a pie, como robots exiliados del belén.   A él con ésas, que está curtido en mil entregas, que los ha toreado media docena de veces por las callejas de Los Mateos, a él no le van a amedrentar hoy que hasta se ha vestido de bonito, haciendo juego con su sonrisa para recogerle a Josef todo el cargamento que pueda.VEINTICUATRO - UN CUENTO DE NAVIDAD       A ratos se le pasa por la conciencia una punzada de obligación, como si debiera distraer también algo de cena para Salvadora y los críos, que tampoco es que le estén esperando esta tarde. A estas alturas lo de ser un buen hijo está ya descartado, pero la conciencia es tan cabrona que muerde cuando menos se la espera.      A quien sí le muerden, y no la conciencia precisamente, es a Maruska, congestionada por las últimas contracciones y más dolorida por la negativa de Josef a llevarla a la clínica que por lo que se le viene desde dentro. Pero a ver quién le grita ahora a Josef, con lo que ha pasado en las últimas semanas, las mismas que ella ha vivido con tregua por el volumen de su vientre. No es el mejor momento para arriesgarse a volver a las andadas, y menos esta noche.   Josef tantea el móvil queriendo acortar la distancia con Cluj, sabe que cuando falten los últimos pagos alguien se hará preguntas y querrá incluso hacer un viaje. Y el guapito de Juan sin llegar. Y la idea de no ir a la clínica que cada vez le parece menos buena. Y los jadeos de Maruskacada vez más fuertes. Y la sombra del cabrón de Inglés cada vez más larga. Y la noche cada vez más cerca.   Y Juan que coge un taxi con el dispendio de todo lo conseguido. Y el taxi que entra en Los Mateos dejando atrás un coche de los maderos, como si hoy también tuvieran que montar fronteras. Sólo le faltaba toparse esta noche con el cabrón de Inglés, hoy precisamente que no tiene nada nuevo que contarle.   Y Josef aguardando a la entrada del chiscón. Y Maruska deshaciéndose. Y Juan dejando el taxi dos calles antes, que no es cuestión de darle cuartos al pregonero. Cargado como un santaclaus harto de dietas repara de nuevo en Maruska, ahora se preocupa de lo mucho que la ha echado de menos las últimas semanas, ahora le viene a la cabeza que en algún momento tendrá que contarle a Josef lo del niño, que él apechugará como un hombre. En algún momento.   - Si acaso ya en año nuevo.

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