"Veintidós metros cuadrados. Nana Vieja" de Margaret Wild y Ron Brooks
Sinopsis
Nana Vieja y su nieta han vivido juntas por mucho tiempo y comparten todo, incluyendo los oficios de la casa. Una mañana Nana Vieja no se puede levantar a tomar el desayuno como de costumbre. Con calma va poniendo sus cosas en orden. Finalmente, lleva a su nieta a dar un último y largo paseo para explorar las cosas maravillosas que las rodean.
Datos Técnicos
Editorial: Ekare Número de páginas: 32 Encuadernación: Tapa dura ISBN: 9789802572342 Año de edición: 2002 Precio: 12€
Sobre el autor: Margaret Wild y Ron Brooks
Impresiones
A veces pienso lo peor de la gente: “este tipo me está dando el puesto para que le quede más cómodo mirarme las tetas”, “seguro me dio mal las vueltas”, “lo que pasa es que ya no quiere volver a verme”, “me invitaron por puro compromiso”, “creen que soy una bebita que no puede hacer nada sola” son juicios que emito sin darle a nadie el beneficio de la duda.
“A Nana Vieja se le ocurrió morirse para darle una lección de independencia a su nieta preadolescente”, pensé sin miramientos con Nana Vieja sobre las piernas e intentando traer a mi mente un recuerdo feliz que retrasara la lágrima inevitable.
Chanchita, la nieta en cuestión, tendrá que aprender a vivir sola en un libro que Margaret Wild no se interesó por escribir. Es más, siguiendo la faceta pesimista que he encarnado hoy, sólo tengo por decir que esta cerdita tendrá que escribir e ilustrar su propia historia; madurar biche, como dirían las abuelitas que sí tienen la decencia de dejar este mundo de manera paulatina, cuando sus nietas no dependen de su compañía.
Mis papás y yo habíamos vivido en la misma casa durante veintiséis años y algunos días, como Chanchita y su abuelita. Hace cuatro meses y algunos días, los invité a conocer el lugar que yo había encontrado para irme a vivir solita; por asuntos que no importan, dudé, y esa casa no fue la mía; sin embargo, por razones que sí importan y que exploré tímidamente en otra no-reseña, apareció en mi vida un apartamento de veintidós metros cuadrados, cerca a todos los lugares que frecuento, con un closet colosal que me evitará la penosa tarea de deshacerse de mis numerosos vestidos y zapatos, el espacio exacto para acomodar mi cama. En otras palabras, el área precisa para escribir mi vida, como Chanchita.
Desde el cielo de los cerditos ilustrados a mano, Nana Vieja extrañará a Chanchita, sobre todo a la hora del desayuno. Estoy segura que lo mismo nos pasará a mis papás y a mí, aunque para sentir esa ausencia ninguno tenga que morirse. Veintiséis años de convivencia me hacen pensar que nos extrañaremos por las noches, cuando no ellos no vean mi luz prendida hasta muy tarde y yo no escuche el sonido del noticiero en su televisor; seguramente a esa hora, tanto ellos como yo estaremos haciendo lo mismo que hacemos ahora, sólo que unos muros y algunos kilómetros de vías en asfalto nos impedirían notarlo.
Espero poder hacer esto sola: pagar mis propias cuentas; aprender a calentar mis pies sin la ayuda de otros; entender la diferencia entre una necesidad, un gusto y un capricho; y volver de visita cuando quiera que la cuiden como a una bebita, sin vergüenza, ni actitud de heroína derrotada, sino con gusto; con el mismo gusto que me producirá el sonido del citófono que anunciará la llegada del camión que, el próximo viernes, vendrá por mis cosas, muy pocas cosas que desde entonces serán el mobiliario de esos maravillosos veintidós metros cuadrados.
Reseñado por Clara Inés Giraldo Mejía