Velando a Chávez
A efectos de actividad normal en el país, hoy, 12 de enero, viene a ser como el primer día del año. Los comercios empiezan a laborar de manera general, las escuelas, liceos y universidades inician su actividad escolar. Se supone que los motores que mueven un país,aceitados con el descanso de las vacaciones de navidad y año nuevo, deben arrancar a funcionar con potencia.
Es lunes y, como cualquier lunes, el cuerpo acusa recibo del día como si fuera un karma. Peor aún este lunes “inicio de año”.
Abro la ojos y, bostezo, estiro los músculos para desentumencerlos y, pereceando en la cama, enciendo el celular. El primer mensaje que leo en el whats app, termina de despabilarme el sueño:
“Buenos días… Saqueado Farmatodo de Bella Vista (Frente a ENNE) a las 2 am. luego de fuerte mollejero”.
Al mensaje lo acompaña una tenebrosa fotografía de una interminable fila de gente, que en la oscuridad de las dos de la madrugada, rodea el establecimiento. Ese Farmatodo queda cerca de donde vivo. Una cola más que no por frecuente deja de sorprender y entristecer.
Pero, para completar de deprimir el amanecer del lunes, otra foto de brazos marcados con números, pone:
Asi marcaron a los clientes en Farmatodo. Hasta que empezó el saqueo 2am.
Después me entero de que, si bien no hubo saqueo como tal, sí se llevaron algunas medicinas, papel tualé y computadoras y de que el sitio permanece resguardado por militares.
Con el corazón resquebrajado, me voy a trabajar. No es fácil sacar ánimo de hacer patria luego de esas imágenes y noticias y de saber que los militares y policías se encuentran desplegados por la ciudad. A la depresión se le añade el temor.
Pocos minutos antes de las doce del día, con una “pepa de sol” de más de 40 ° C., antes de que me cierren la joyería, salgo a pie a mandar a hacer un trabajo. El aviso de la casa de empeños que marca el precio de compra del oro y me sirve para darme una idea de cómo aumenta el valor del dólar paralelo ha dado un salto de 3650 que lo dejé el sábado, a 3900, hoy.
Sigo mi camino. A lo lejos, distingo una multitud. Hacia ella me voy acercando. Recostada a una reja, una larga hilera de personas se achicharra los sesos a pleno sol. Hay hombres, mujeres jóvenes, embarazadas, mayores, mujeres con bebés en brazos. Es la cola para el Centro 99, porque a ese supermercado llegaron pañales. Parece que pollo y papel tualé también.
Mientras espero que me hagan mi trabajo en la joyería, salgo a dar una vuelta. De regreso, unos 5 minutos después, escucho que alguien dice que se acabaron los pañales.
La gente de la cola, dando voces, empieza a correr hacia la puerta del supermercado.
“¡Ahí hay. Ahí hay!”, gritan algunos. Otros vociferan: “¡Patria, patria!”. El supermercado baja sus santamarías. La joyería en la que estoy también lo hace. Yo grabo unos cortos vídeos de la marabunta.
Me entregan mi trabajo y, agachado para no tropezar con el borde de la santamaría, salgo y regreso a mi tienda. La cola sigue al sol. A la espera, a ver si vuelven a sacar pañales o cualquier otro producto escaso y “bachaqueable”.
Ya en mi trabajo, veo un titular en Noticiero Digital con una foto de Nicolás sentado frente a un hombre con túnica y turbante que dice:
“Maduro: Venezuela exportará alimentos a países árabes”.
Sólo atino a decir:
“Debe ser un buen negocio bachaquear a Arabia“.
Quisiera empezar el día, la semana, el año, con el espíritu de los artículos de Carlos Lavado y Sumito Estévez que leí el fin de semana, pero no es fácil.
Veo las colas y oigo los gritos de la gente en ellas. Veo sus carasbde frustración tostada por el.sol, mustias, y pienso:
Aquí yacen los restos de Chávez y su “revolución bonita. Este gentío lo está velando” .
Golcar Rojas
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