Miedos
En un lugar distinto al que yo vivía y que no tenía mucho que ver con nada de lo que a mí me rodeaba o con los asuntos que a mí me ocupaban, pero en una casa similar a la que yo habitaba, rodeada de un espléndido jardín limitado por un muro de piedra, vivía una mocita. La mocita nunca salía de aquellos jardines acotados por aquellos muros. Así su mundo se veía menguado quedando este definido por la frontera de piedra que la separaba de un mundo mayor totalmente desconocido para ella. Quizás ese mundo exterior fuese un mundo mucho más arriesgado que aquel que ella conocía, o al menos esa era la idea que sus padres le intentaban inculcar. Le decían que no era bueno que ella sobrepasase aquel muro, pues todo cuanto necesitaba se encontraba allí mismo y tras las murallas podrían existir extraños peligros para ella que la pusiesen en riesgo…….
La mocita crecía estudiando, jugando, observando y obedeciendo. A la vez que también soñaba y se imaginaba cómo sería aquel mundo que se ocultaba tras el muro. Se imaginaba fantásticos jardines con fabulosas criaturas. En su infantil cabecita daba forma a un magnífico caballero, alto, apuesto, valiente; que quizás estuviese esperándola o que incluso por las noches mientras ella dormía, se atrevía a saltar el muro introduciéndose en su jardín y observándola por la ventana. Y en lo más profundo ella deseaba alcanzar la edad de los 18 años, edad en la que sus padres le habían prometido que podría salir de esos muros para conocer el exterior
Y así fueron pasando los años, cada uno con su invierno, su primavera, otoño y verano. Cada año contaba siempre con sus cuatro estaciones. Pero allí dentro de aquel jardín limitado por aquel muro pasaba casi siempre todo igual, o muy similar; no era sólo el jardín el que estaba cercado por aquel muro. Aquellas piedras impedían el desarrollo de la mocita entorpeciendo sus fantasías y obstruyendo el crecimiento de su imaginación. Ella seguía queriendo alcanzar la edad de 18 para poder huir. Anhelaba la llegada de aquel día en el que cumpliese la edad necesaria para poder salir y descubrir
Llegó al fin aquel día en que alcanzó los 18. Sus ganas se convirtieron de repente en nerviosismo y este a su vez en incertidumbre. Empezó a vacilar y sintió una inquietud que terminó transformándose en dudas. Las dudas se volvieron miedo y el miedo invadió a la mocita que se olvidó de sus ganas, abandonó sus sueños y jamás atravesó aquel muro ni dejó aquel jardín. Sus miedos fueron mayores que sus ganas y renunció a las posibilidades que le ofrecía aquel mundo desconocido que la esperaba fuera de ese jardín
En ocasiones las murallas que encontramos y que nos impiden ir más allá, no tienen mucho que ver con lo físico y sí con lo espiritual o con eso que, lo llamemos de la manera que lo llamemos, es parte de nosotros mismos. No permitamos que nuestros miedos sean mayores que nuestras ganas y lograremos llegar más lejos.