Condicionados por el severo correctivo que le aplicó el Barça, el Atlético se enfrenta esta tarde al Rennes en tierras bretonas. Una derrota bien merecida por el escaso, más bien inexistente, juego que demostraron los rojiblancos. Leo Messi y el medio del campo culé formado por Cesc, Xavi, Thiago y Busquets fueron los que dictaminaron al Atlético de Madrid una sentencia inapelable: 5-0 y para casa. A pensar en el Rennes y a olvidar cualquier delirio relacionado con metas superiores a la clasificación para la Champions.
El innegable mérito del Barcelona no ocultó el desacierto colchonero en cada una de las líneas desplegadas. Courtois, a pesar de que poco pudo hacer ante el vendaval Messi, no atajó ningún balón en condiciones. En cuanto a la defensa, las bandas fueron un completo desatino, especialmente Perea, que estaba de celebración por ser el extranjero con más partidos de rojiblanco, y no quiso pasar desapercibido. Godín estuvo muy participativo como pareja de Miranda en el centro de la zaga, reclamando más minutos a Manzano. Respecto a la medular, hubo un dominio absoluto del Barcelona. Gabi, Tiago y Mario pasaron sin pena ni gloria durante los noventa minutos. Tan sólo con Arda Turan en el campo tras el descanso pudo verse una muy leve coordinación en el juego, y cuando el Barcelona, algo más relajado, vencía por 3-0. La línea de ataque estuvo a la misma altura que el resto del equipo, con Falcao desaparecido, ya que no recibía balones y Reyes especialmente chupón.
A pesar del varapalo, Manzano debería seguir fiel al estilo que hasta ahora ha intentado inculcar a sus jugadores, un juego vistoso, de buen gusto, bien apreciado por la afición y los jugadores. Además es práctico, pues crea ocasiones de gol y da pocas opciones al rival. También me gusta el sistema de rotaciones. Así implica a toda la plantilla, hace sentir a todos los jugadores que tienen cabida e importancia en el equipo y, lo que es más relevante, todavía no he visto un once este año que no me parezca garante de una victoria. Creo que este es el camino a seguir para lograr unas metas coherentes, e incluso para ganar algún partido a equipos en teoría superiores, siempre y cuando Barcelona o Madrid no entren al campo como un elefante en una cacharrería.