Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
"Sylvia Plath respiró el gas de su horno. Virginia Woolf se llenó los bolsillos de piedras y se sumergió en un río. Ernest Hemingway se pegó un escopetazo. John Kennedy Toole enchufó la manguera del jardín al tubo de escape de su coche. David Foster Wallace se ahorcó. Emilio Salgari se acuchilló hasta morir. Perfecto”, pensó el homeópata, mientras retocaba su artículo sobre escritores suicidas.
En el margen de la página anotó con un lápiz: “Ver Albert Camus, “El mito de Sísifo”. Nota clave: “No hay más que un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. El homeópata dejó el lápiz sobre la mesilla y releyó sin abrir los labios la poesía de Pavese.
“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto"
"Cuando vio los ojos de la muerte, Cesare Pavese llenó su estómago de barbitúricos”, escribió el homeópata debajo de la cita de Camus. Miró el reloj del móvil. Era la una y 23 minutos de la madrugada. Dejó el volumen de versos sobre la mesilla y comenzó a leer las frases que había señalado en “El oficio de vivir”.
"Señal segura de amor es desear conocer, revivir, la infancia del otro”.
"Ciertamente, tener una mujer que te espera, que dormirá contigo, es como la tibieza de algo que deberías decir, y te calienta y te acompaña y te hace vivir”.
"No nos matamos por el amor de una mujer nos matamos porque un amor, cualquier amor, nos revela en nuestra desnudez, miseria, indefensión, nada".
“Natrum muriaticum a 20 LM de disolución. Le habría salvado la vida”, pensó el homeópata al cerrar el diario del poeta. Miró el vaso de agua mineral que se asomaba entre los libros de la mesilla. La sal ya se había disuelto. El homeópata bebió el agua de un sorbo, apagó la luz y estiró su brazo. Una sonrisa iluminó su rostro al sentir el cuerpo cálido de su amada.
17/7/10