Para cuándo Venecia se situó entre las preferidas de todas las ciudades mediterráneas, ya estaba consagrada a ser un referente, una delicia para los sentidos. Los comerciantes hicieron de Venecia el mejor de los palacios, un lugar en el que los negocios la llevaron a su mayor esplendor y cuanto de servidumbre trae consigo el dinero facil: sexo, drogas, apuestas, vendetas, favores administrativos,etc.
Venecia es el exponente histórico de este tipo de negocios, que se cierran entre los vapores de los mejores caldos, la sonrisa de las mujeres más bellas y deseadas, y los compromisos más sordidos en busca del beneficio fácil.
No obstante, Venecia a pesar de este mecanismo supo sobrevivir, y aún hoy se muestra luminosa y bella, encantadoramente deliciosa, cercana y turbadora. Es la mejor confidente a la que prestar el oido y dejarse abstraer a tantas y tan diferentes historias, leyendas o misterios que celosamente esconden sus muros y sus estancias más secretas.
Giacomo Casanova, aventurero y mujeriego, además de espia y escritor, supo ser un personaje que dio lustre a los salones públicos y a las alcobas más distinguidas. Su elocuencia y fácil prosa, acompañado de su estilo y refinamiento tan italianos, sin mencionar su atractivo personal, hizo que Venecia se convirtiese además, en un foco de atracción para los amantes, que buscaron entre sus gondolas y bajo sus puentes, la complicidad deseada para entre tanta belleza encontrar el estimulo de haber amado al amparo de los colores y los aromas de una ciudad tan mágica como esta, a la que Albinoni puso la música y Tiziano la "Venus de Urbino".
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Fotografía: A.Morales (C) 2010.