Recientemente celebrábamos aquí el 1600 cumpleaños de la hermosa Venecia repasando algunos mitos sobre su fundación y resumiendo su ajetreada historia.
Venecia está considerada una de las ciudades más bellas del mundo. Es la ciudad de los canales, la del famoso carnaval y la del prestigioso festival de cine. Es el lugar romántico por el que pasear en góndola, el sitio especial en el que se han ambientado tantas películas y a la que acuden recién casados de todo el mundo para hacer el reportaje de bodas y pasar la luna de miel.
Vistas del Gran Canal desde uno de sus puentes. A la izquierda la iglesia deSan Simeone Piccolo y a la derecha los muelles flotantes y el vaporetto.Al contar la historia de Venecia se me quedó en el tintero daros mi propia visión de una ciudad que tuve ocasión de visitar en junio de 2016 y donde no todo es tan perfecto como nos venden en las guías de viaje.
Lo mejor son sus más emblemáticos monumentos:
La basílica de San Marcos. Se dice que la original se construyó para acoger los restos del santo que se convirtió en protector de la ciudad. De arquitectura bizantina, con el paso del tiempo se fueron mezclando estilos. En el interior predominan los mosaicos, ricamente dorados, que ilustran escenas de la Biblia. Recomiendo la visita a la terraza y al museo. Está prohibido hacer fotografías en el interior del templo, pero vale la pena reservar la cámara para las magníficas vistas que encontraremos al subir. Desde allí se divisa toda la plaza a la que Napoleón denominó “el salón más bello de Europa”, aunque no dudara en atacarlo, como ya contamos… En la terraza nos encontramos, literalmente, bajo las patas de cuatro famosos caballos, réplica de los originales que trajeron del saqueo de Constantinopla, y que vigilaban la plaza desde 1254 hasta la década de 1980 cuando fueron trasladados al interior del museo para protegerlos de la corrosión producida por la contaminación, la meteorología y los excrementos de las palomas.
Los caballos en la terraza de
San Marcos y el campanario.
A la izquierda tenemos la mejor panorámica del precioso Palacio Ducal y al fondo el Gran Canal. A la derecha la Torre del Reloj y en primer plano el imponente campanile.
El campanario de San Marcos mide 97 metros y en su origen fue también faro para los navegantes. El que contemplamos actualmente es una reconstrucción pues el original sufrió las consecuencias de terremotos y rayos que lo hicieron inclinarse y, finalmente, desplomarse el 14 de julio de 1902. Es la torre más alta de la ciudad y está coronada por una escultura de tres metros del arcángel Gabriel que sirve de veleta. Se elige este arcángel porque la tradición sitúa la fundación de Venecia el día de la Anunciación. Cuentan los venecianos que si el arcángel apunta hacia la basílica habrá aqua alta. Sigue cumpliendo su función con sus cinco famosas campanas, aunque a los turistas lo que más les interesa son sus fabulosas vistas.
Reloj.
La torre dell’Orologio. El reloj está formado por varias esferas: la exterior tiene números romanos del I al XXIV, la segunda muestra los signos del zodiaco y la interior las fases de la Luna. La manecilla tiene un sol. La torre está coronada por el león alado, símbolo de la ciudad. Los marinos, gracias a este reloj tan especial, sabían los movimientos de las mareas y cuando era el mejor momento para emprender su viaje.Dice la leyenda que al constructor le sacaron los ojos para que no pudiera reproducir este reloj.Palacio Ducal.
El Palacio Ducal. Su preciosa fachada gótica lo ha convertido en uno de los símbolos más reconocibles de Venecia. Era la residencia del dux, la sede del gobierno, la magistratura, los tribunales y las prisiones. El interior tiene un maravilloso patio de estilo clásico donde destaca la impresionante Escalera de los Gigantes del siglo XV que custodian las esculturas de Neptuno (dios del mar) y Marte (dios de la guerra) como símbolo del dominio de Venecia sobre el mar. Coronando el conjunto nos encontramos con el omnipresente león alado. El interior del palacio se divide en numerosas salas decoradas por pintores de la talla de Tintoretto o Veronese. Este es el monumento que más me gustó de Venecia.
Escalera de los gigantes.
Hasta hace poco había un recorrido “secreto”, pero que ya incluye la entrada al palacio. En él se nos permite pasar por el interior del puente de los Suspiros, última luz del día que veían los presos que eran trasladados desde el tribunal a su celda. De hecho, este puente une el palacio Ducal a la antigua prisión. Cuentan que fue Lord Byron quien le puso tan romántico nombre. Y, como esos presos, pero con perspectivas más alegres, los turistas cruzamos al edificio de prisiones donde podemos ver los oscuros calabozos.
Góndolas bajo del Puente de los Suspiros.
Plaza de San Marcos. El centro neurálgico de la ciudad desde hace siglos y destino de todos los turistas. Es el lugar más bajo de la zona y el primero que se inunda cuando llega el aqua alta. En sus arquerías nos encontramos con el famoso Café Florian, la cafetería más antigua de Europa, lugar que frecuentaban Casanova, lord Byron, Proust y Dickens. Sigue conservando el lujo y el buen ambiente de antaño. En el momento de escribir estas líneas el Café Florian ha anunciado su cierre a consecuencia de las pérdidas económicas causadas por la pandemia, esperamos que puedan volver a abrir sus puertas de nuevo.
Vistas de la plaza de San Marcos hacia la basílica y el campanario.
Casi todos los edificios que forman la plaza albergan interesantes museos en su interior como el museo Correr, Arqueológico o la Biblioteca Marciana. Al recorrerlos vemos salas palaciegas, piezas romanas, egipcias y hasta un cetro de cuerno de unicornio. La biblioteca es preciosa con sus mapas, globo terráqueo e interminables estanterías de libros. Pero para salir de estos museos tenemos que regresar sobre nuestros pasos en sentido inverso y recorrer de nuevo todo el perímetro de la plaza.
Y cuentan las guías que uno de los atractivos de la plaza son sus palomas cuyos orígenes llegan a tener tintes legendarios. Efectivamente, la plaza está invadida de palomas, a las que nos animan a alimentar, a pesar de las prohibiciones, decenas de vendedores de comida para estas aves que te siguen por toda la plaza.
Puente de Rialto.
Puente de Rialto: es el más antiguo y famoso de los cuatro puentes que cruzan el Gran Canal. Fue construido entre los años 1588 y 1591 para sustituir al viejo puente de madera.Existen además en Venecia multitud de iglesias, puentes y museos dignos de visita, empezando por la Galería de la Academia donde se custodia el famoso Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci, pero que solo se puede contemplar en pocas ocasiones porque no suele estar expuesto al público por motivos de conservación.
En un paseo en barco podéis llegar a las otras islas que también hacen las maravillas de los turistas. La vegetación y los parques se esconden en esos otros lugares, no encontré ninguno en el centro histórico de Venecia.
Góndolas delante de la basílica di San Giorgio Maggiore.
Si lo que os gustan son las compras en cualquier tienda de regalos encontraréis los más finos trabajos decristal de Murano y las más lujosas máscaras de carnaval.
Venecia está formada por muchísimas pequeñas islas que unen los puentes. Hay multitud de canales estrechos o anchos, en un laberinto que cruzan pequeños puentes que siempre, siempre, tienen escaleras, lo que hace el trayecto enormemente dificultoso para las personas con movilidad reducida.
Caravana de
góndolas.
Sin duda, la forma más romántica de pasear por Venecia es en góndola. Encontramos cientos de ellas a precios desorbitados, aún más altos para los trayectos nocturnos, en auténticas “paradas”. Los gondoleros llevan la característica camiseta a rayas y algunos cantan. Pero llega a haber tantas góndolas que se forman verdaderas caravanas en los canales.
El principal y más famoso de todos es el Gran Canal que de forma zigzagueante marca la silueta de la ciudad. Para recorrerlo se recomienda utilizar el varopetto, un autobús acuático. Las paradas se sitúan en muelles flotantes contra los que choca directamente para subir a los pasajeros. Crujir de maderas y un empujón. En Venecia también se aparca de oído. El vaporetto es la mejor forma de ver todos esos palacios maravillosos que se asoman al Gran Canal. Recomiendo este paseo de día porque la noche veneciana es oscura. No ocurre como en otros lugares que iluminan sus edificios emblemáticos. Incluso en las zonas peatonales la luz de las farolas es pobre y apagada. Hasta la propia basílica y la plaza de San Marcos quedan sumidas en la penumbra nocturna.
La silueta sinuosa del Gran Canal de Venecia vista desde el avión.
Nosotros tomamos el vaporetto nocturno y descubrimos que la mayoría de los palacios pueden verse porque tienen sus luces interiores encendidas. Desde el exterior divisas sus ventanas sin cortinas y los grandes salones con lámparas de araña y rica decoración. El agua del Gran Canal aparece negra pero algunas góndolas aún navegan iluminadas tan solo con un farol en la proa, tan empequeñecido frente a la noche que se asemeja a una frágil luciérnaga sobrevolando un lago. Me pareció una temeridad ver cómo se acercaban al vaporetto sin inmutarse, supongo que por costumbre y destreza. En aquellas circunstancias, lo que más me gustó del trayecto en vaporetto, fue pasar por debajo del puente de Rialto.
Recomiendo no apartarse del circuito turístico cuando se acerca la noche, ni siquiera en los alrededores de la basílica. No sigáis el camino más corto que marca el GPS, ni los viejos letreros de madera con la palabra “San Marcos” de las paredes. Acabaréis perdidos en un laberinto cada vez más estrecho de callejuelas desiertas, con casas tapiadas, con capas y capas de carteles anunciadores de espectáculos que nadie se ha molestado enretirar. Es la otra cara de Venecia, lúgubre e intimidante, que desvela un hecho bastante triste: sus habitantes se están marchando. Llevan décadas abandonando Venecia y dejándola en manos de los turistas, hasta el punto de que son muchos los que dicen que la bellísima ciudad es ahora un inmenso parque temático.
Os encontraréis muchas opiniones positivas, cada uno tiene su punto de vista. Es cierto que Venecia merece la pena y que regresaréis con bonitos recuerdos y preciosas fotografías. Pero cada cual tiene su propia experiencia, así que no os sintáis culpables si desde la estación de tren de Santa Lucía el Gran Canal os parece un río, si descubrís que hay monumentos descuidados y rotos y si os sorprende tener que pasar el día subiendo y bajando escaleras en cada uno de los puentes…
Uno de los numerosos canales.