Hace unas fechas escribíamos en este mismo espacio, sobre el deseo de no vernos representados por los conspicuos representantes de la formación podemita, que aparecían reunidos en una fotografía; nada más fácil para ello que no votarles en las siguientes elecciones generales, y que resultaría bastante más difícil en el caso de que viviésemos en el paraíso venezolano que nos venden como ejemplo de progreso y libertad. Dos horas y cincuenta y cuatro minutos se tiró el Sr. Maduro arengando al pueblo y sosteniendo que su país hará frente a los pagos porque Dios les eyuda y está con ellos. La instantánea de hoy, como la publicada en la entrada antedicha, recoge a alguien que no quisiera jamás que me representase; la simple indumentaria dice hastante sobre el talante del político gobernante de un país en el que faltan bienes esenciales en las tiendas, que ofrece uno de los índices de corrupción más altos del planeta y que inexplicablemente, posee una de las mayores reservas naturales de la tierra. No quiero verme represente un populista cargado de medallas que monopoliza el tiempo en largas intervenciones adoctrinadoras de la revolución bolivariana políticamente correcta. Y tampoco es mi deseo que triunfe en esta vieja piel de toro la propuesta de una formación autocalificada de demócrata y progresista y cuyo modelo de estado es, precisamente, Venezuela.