Se veía venir. Cuba y Venezuela llegarán con los papeles trastocados a la Cumbre de las Américas que se celebrará en abril. Es difícil interpretar los pasos que está dando Obama en política exterior con su legado en mente, pero está claro que en Panamá escenificará el deshielo con el gobierno de Raúl Castro mientras todo apunta a que la bronca será monumental con su homólogo venezolano Nicolás Maduro, si es que los chavistas llegan a sentarse en la misma mesa con un “gobierno imperialista”.
A fin de cuentas, desde el momento en que Obama anunció más sanciones contra Venezuela y siete de sus funcionarios por medio de una orden ejecutiva respaldada por lo que calificó de “una inusual y extraordinaria amenaza a la Seguridad Nacional y a la política exterior de Estados Unidos“, la plana mayor del chavismo anunció que una invasión era inminente. El propio Diosdado Cabello, segundo al mando, dijo que los venezolanos debían prepararse para un ataque militar. Esa misma noche el presidente habló en directo durante más de dos horas y en los meandros de su letanía llegó a decir que Obama había dado el paso “más agresivo, injusto y nefasto” en la historia de su país contra Venezuela. No se había oído ni un tiro (salvo los que dispara la policía bolivariana contra los opositores en las protestas) y ya estaban en pie de guerra. Según las palabras de Maduro, difícilmente llegará de una pieza a esa Cumbre donde está previsto que se selle el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos.
De toda la hojarasca que salió de la boca de Maduro como el médium de Chávez, no hay duda de que acepta esta transferencia de papeles, en la que Venezuela ahora es el nuevo David frente al viejo Goliat, mientras la Habana y Washington estrenan el receloso cortejo entre dos viejos enemigos. Obama ha invocado la inutilidad del lenguaje y los gestos de una Guerra Fría cuyas sanciones contra Cuba, que a lo largo de casi 60 años de dictadura en numerosas ocasiones ha representado una amenaza real para la seguridad de Estados Unidos, no han servido para nada. Sólo la tibieza del deshielo podría deshacer los atropellos del castrismo. Y en el caso de Venezuela, bajo un gobierno autoritario que emula el modelo cubano de demonizar a la oposición, paradójicamente Obama sigue las recomendaciones impulsadas, principalmente, por congresistas cubanoamericanos que han urgido a su administración a tomar medidas más contundentes contra la escalada represiva del chavismo.
Me pregunto si antes de soltar su parrafada Maduro llamó a los hermanos Castro para pedirles su bendición en este intercambio de roles. Besarles antes el anillo a sus mentores: Fidel y Raúl, los padres del aparato de vigilancia que la policía política bolivariana copió de los Comités de Defensa de la Revolución (leer aquí) que se impusieron en la isla a principios de los sesenta. Ellos, a cambio, ya han manifestado su apoyo incondicional a la sitiada revolución bolivariana. Ha llegado la hora de que las sanciones, alguna suerte de embargo, y, sobre todo, la inminencia de una invasión que nunca llegará, sean la gran excusa del tardochavismo para amurallarse con más leyes habilitantes, confinar aún más al pueblo “combatiente” y recrudecer la caza de brujas contra los “agentes” del imperialismo.
No sabemos si de aquí a abril Maduro habrá salido de su trinchera. Pero Venezuela ya es la nueva Cuba, pero con más muertos. Cuba sigue siendo una dictadura y Washington es el mismo de siempre.