Luisana Colomine
Los días corren con rapidez en Venezuela y las amenazas contra un país libre y soberano, ubicado en América del Sur, se suceden de la misma manera como suben los precios en todos los productos.
Esta es la última semana antes de las elecciones presidenciales. Las más esperadas, las más cuestionadas, las que despiertan toda clase de sentimientos. Las que, cual fantasma burlón, le espantan el sueño a los más poderosos, a los que se creen dueños del mundo, a los que marcan la agenda a los más débiles y se erigen en gendarmes de la humanidad. Son los que mudaron sus embajadas a Jerusalén; o el que sencillamente decide que los venezolanos-as no votarán en sus países porque no les da la gana.
No es fácil estar así, en primerísimo primer plano todo el tiempo. No es cómodo acaparar el mayor porcentaje de noticias en casi todos los noticiarios del mundo mientras en al menos 30 países de África se siguen desarrollando guerras que ya nadie recuerda pero donde la muerte, el hambre y la destrucción campean por la incursión de los ejércitos más poderosos del planeta como el de Estados Unidos y sus habituales aliados, Francia, Inglaterra, Canadá, etc. En esas tierras (Sierra Leona, Angola, Congo, por citar algunos) se perdió ya el sentido de pertenencia, la gente ya ni se acuerda cuándo fue la última vez que se sintió feliz o si todavía tiene una patria bajo sus pies.
Pero hay otras guerras con titulares, como Siria o Gaza, donde la muerte anidó hace tanto tiempo que duele recordar.
Guerras que tratan de solucionarse como las de Corea del Sur y del Norte ante una mediática que no ha comprendido la importancia de ese proceso y que intenta ridiculizarlo.
La invasión a Panamá, por ejemplo, fue el mismo día que la incursión gringa en Rumania pero el foco mediático se puso en esta última. Eso fue en 1989, cuando estrenaron armamento de guerra y también los periodistas “
embedded” (los que solo cubrían una cara del conflicto y al mando de los militares).
Y aún la guerra interna de Colombia, con sus millones de desplazados, y que salpica a su entorno, continúa vivito y coleando pero con un Nóbel de la Paz.
En México caen periodistas, mujeres, estudiantes y candidatos a cargos de elección popular. Los matan en las calles a tiro limpio y son noticia porque los medios ya no los pueden disimular, pero Venezuela “vende” más.
Venezuela es la guerra de moda…
“Puesto que las guerras nacen en las mentes de los hombres, es en las mentes de los hombres que deben erigirse baluartes de paz”, reza, por ejemplo, el preámbulo de la Constitución de la Unesco, cosa casi imposible de lograr especialmente en un mundo signado por el pensamiento guerrerista. ¿No será por eso, precisamente, que las guerras no se acaban nunca? ¿usted cree que alguien como Donald Trump es capaz de erigir en su mente algún “baluartes de paz”? Sería necesario, como plantea Marx, transformar por medio de la práctica revolucionaria, las condiciones materiales de vida de los hombres para que de esa manera se opere el cambio de pensamiento y no se reproduzcan una y otra vez los valores de la guerra.
Y en ese escenario de confrontación internacional, de flancos abiertos y de aparente minusvalía, llegamos a un nuevo proceso electoral en la Patria de Simón Bolívar, además de la crisis / guerra económica.
Otra vez Venezuela es el error de sistema, el virus que lo hace peligrar, como dijimos en otra oportunidad, y entonces cientos de hackers intentan neutralizarla.
Esta es la hora decisiva, donde de nuevo el pueblo tendrá la palabra.
Se corren riesgos importantes, claro que sí, está en juego la revolución bolivariana, la revolución de Chávez, pero son riesgos necesarios porque es tiempo de demostrar que respiramos “sin ayuda” y que solo con nuestra conciencia seremos capaces de vencer…Otra vez. Es imperativo vencer: no hay opción.
Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista.
@LuisanaC16
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