Angela Pérez.
Hoy fui a Unearte, donde inauguraron la Feria Internacional del Libro Venezolano y era el estreno de una presentación de danza de las egresadas de danza contemporánea de Unearte de este año. Pasé allá la tarde, a las 5pm vi la hermosa presentación de las chicas de danza y al salir me quedé con mis amigos dando vueltas y paseando por los espacios abiertos del Teresa Carreño, el Eje del Buen Vivir y Unearte. La cantidad de personas era increíble: gente tocando diferentes instrumentos, otros haciendo capoeira, la mayoría paseando por los diferentes “stands” de libros, niños chiquitos saltando y bailando… En fin, una imagen preciosa. Presencié la participación de una banda espectacular de Jazz, donde toca el papá de una amiga mía y donde me regalaron un CD del grupo. Caminamos luego al Alba Caracas a encontrarnos con otros amigos, todo seguro, perfectamente iluminado y lleno de gente. Un día perfecto. Llego a mi casa y leo en Facebook cualquier cantidad de situaciones horribles que contradicen por completo las imágenes en mi cabeza. Parece que me mudé a otro país y nadie me avisó. Según Facebook y los medios internacionales, tengo suerte de estar viva. Aparentemente en Venezuela corren ríos de sangre y los muertos se amontonan porque son tantos que no se halla qué hacer con ellos. Por favor, gente… ¿Qué harían cientos de personas paseando tranquilamente por la feria del libro hasta las 10 de la noche en el oeste de Caracas si esto fuera cierto? Me siento mucho más segura en las zonas “pobres” donde la riqueza de pensamiento es lo que sobra, que en las zonas “ricas” en las que los locos que queman basura, destruyen las calles y golpean carros lo hacen irónicamente bajo el slogan de “Quiero lo mejor para mi país”.
Quisiera haber podido grabar las imágenes que presencié hoy y enviarlas a la prensa internacional. Primera plana: “Así celebran los venezolanos la inauguración de la Feria del Libro” o quizás “Vida nocturna en Caracas se desarrolla tranquilamente”. Pero no, eso no causa desestabilización ni crea caos. Jamás lo pondrían. Esta situación me deprime, me desmotiva, me decepciona. No, no estoy tranquila con la inseguridad del país, con la inflación, con el desabastecimiento y la terrible corrupción. No soy ciega y entiendo y comparto el descontento general. Pero me da mucho más asco las estrategias idiotas de la oposición que manipula la información que llega al exterior, colocando al gobierno venezolano como uno represor cuando lo único que hace es lo mínimo que debe hacer para no ser pisoteado por estos grupos violentos. Me da risa que olviden que son una minoría que además tiene miedo de pasar de Plaza Venezuela hacia el oeste, pero “arriesgan el pellejo día tras día” saliendo a sus propias calles y se toman fotos divertidas para subirlas luego a las redes y que todos se enteren de lo linda que se veía fulanita con la cara pintada de blanco. Qué panza. En fin, lo que quiero decir es que parece que yo vivo en una Venezuela paralela. Sí, increíblemente para muchos, vivo mi vida normal. La mayoría del país también.
Estudiante
18 años
14/03/2014
[email protected] (Correo electronico de la madre de la autora)