17 segundos en la mente de él
“Es ella, no lo creo, pero lo es, ¿acaso estoy soñando?, y está preciosa, esto no es verdad, no lo creo, pero sí, lo es, tiene que serlo, lo voy a creer, —venga, bah!—.”
Un día como ayer
Y allí estaba ella.
Los años parecían no haber pasado, estaba muy guapa, como él la recordaba, ¿alguna vez no lo había estado? Se acercó lentamente, le temblaban las piernas, como era de esperar, había dos cosas que le ponían nervioso en ese momento, uno, acababa de reencontrarse con el amor de su vida, y dos, seguía enamorado de ella. Ella, se acercó tan lenta y nerviosa como iba él, tal vez por los mismos motivos, puede que por otros.
—Hola—.
—Hola—.
No pudieron decir más, y se fundieron en un abrazo que duró 17 segundos, pero pareció una hermosa eternidad. Una deliciosa mezcla de los aromas de sus perfumes impregnaron enseguida sus ropas. Se miraban, acariciaban con las manos sus caras:
—Qué poco has cambiado, estás preciosa, como te recordaba—.
—Tú tampoco has cambiado nada, estás igual que cuando…—.
17 de julio del 99
Hemos quedado a las 17:17h, en la parte alta del mirador. He subido las 17 escaleras del último tramo de muralla 17 veces, y he pasado 17 segundos con los ojos muy apretados y la mente en blanco.
Hace 17 días que tiré por el retrete las malditas pastillas, harta de no poder volar.
Mamá, solo tengo 17 años, déjame salir de esta maldita jaula que me atrapa, ¿no ves que estoy encerrada y mis pájaros quieren ser bandada huyendo de mi cabeza al infinito? Hubiese sido bonito decirle algo así a mamá, pero la verdad nunca es tan perfecta como imaginamos, por eso aún sigo haciendo que las tomo, como una buena chica, en cada comida, pero nada es verdad.
Ahí viene, tan guapo como siempre, —frena, cabeza—, tan perfecto como siempre, —frena, corazón—, tan alucinante para mí —frenad, mariposas—, tan todo juntos todo el rato, —para qué vamos a frenar—.
Hoy vamos a ser dioses. Verás.
17 segundos en la mente de ella
“Sabía que estaría aquí, no podía fallar, él no, sólo se asustó un poco, pero el circulo se cerrará, lo cerraremos juntos, lo haremos, —venga, bah!”
Un día como ayer
Acudió, como cada 17 de julio, a su cita con el pasado. Habían pasado ya 17 años desde aquel día, triste, trágico.
Observaba el mar desde el mirador, en realidad, miraba a la nada, su mente solo tenía la imagen de ella saltando, él, no se atrevió, huyó sin mirar atrás, sin querer saber el final de aquella película horrible.
Empezó a llorar, tantos años después y todavía no creía lo que había pasado en aquel lugar. El crujir de las piedras bajo unos zapatos, delatan unos pasos que avanzan hacia él por detrás. Al volverse, su cara cambia, mudando a una expresión sorprendida a la par que aterrada.
—Hola—.
—Ho… Hola—.
17 de julio del 99
Lo llevo pensando mucho tiempo, vida, y cada vez lo veo más claro. ¿Tú no lo sientes como yo? Somos pequeñas estrellas, mil millones de puntitos luminosos unidos formando constelaciones. ¿Te notas parpadear?
Dame la mano, amor, vamos a hacerlo juntos, el mundo se queda pequeño para nosotros.
No tengas miedo, no te asustes, somos inmortales, somos invencibles, mira al frente, ¿ves la inmensidad?, es toda nuestra, tuya, mía, ahora al fin lo entiendo todo, ahora ya lo veo claro.
Nada nos vencerá, salta, pequeño, salta conmigo… ¿por qué no vienes?, ¿no lo ves?, puedo volar.
17 segundos en sus cuerpos
“Sus bocas saben igual, sus lenguas se reconocen, el tiempo se borra de un plumazo convirtiendo la distancia en una broma, no hay otras vidas, ni manicomios ni camisas de fuerza ni matrimonios de mentira supliendo el amor de verdad.”
Un día como ayer
Y allí estaban otra vez, 17 años después, en el mismo mirador de aquel acantilado. Sonreían, sus ojos brillaban, temerosos. Se cogieron de la mano, se besaron y se miraron una última vez. Cerraron los ojos, contaron hasta 17, y dieron un paso al frente.
—Tranquilo, tú no me sueltes—.
—Está vez, no lo haré—.
17 segundos de eternidad
“-No hay nada más hermoso que volar, vida-.
-Hacerlo juntos, todas las vidas-.”
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