Pedro Pacheco, el ex alcalde de Jerez de la Frontera que alcanzó gran notoriedad en 1985 por su frase "La Justicia es un cachondeo", acaba de ser condenado a cinco años y seis meses de cárcel por el Tribunal Supremo, por contratar irregularmente a dos asesores, amiguetes suyos del partido.
Sin entrar a juzgar la decisión del alto tribunal, lo que ha sorprendido a miles de observadores, analistas y ciudadanos es la insólita dureza de la condena a un político que no ha hecho otra cosa que lo que ha estado haciendo la Junta de Andalucía, otros gobiernos autonómicos, el gobierno central y muchos miles de cargos públicos en España, de la derecha, de la izquierda y del nacionalismo, durante mas de tres décadas, sin que prácticamente ninguno de ellos haya ido a la cárcel, como tampoco están presos ni han devuelto lo robado las decenas de miles de políticos españoles que se han apropiado de dinero público o han utilizado sus cargos para enriquecerse con comisiones y compensaciones delictivas.
Muchos sospechamos que Pacheco ha sido condenado con tanto rigor y sin contemplaciones porque ya es un árbol caído, sin un partido político fuerte detrás que lo defienda e imponga respeto a los togados. Hay muchos ciudadanos que no saben si la condena de Pacheco es un acto de Justicia que marca una nueva época de rigor contra los abusos del poder, las estafas y las rapiñas de la clase política o un simple acto de cobardía contra alguien que ya no tiene poder, al que se sacrifica como chivo expiatorio ante una opinión pública indignada porque los políticos suelen delinquir sin castigo.
Mas bien parece que se condena como ejemplo a un árbol caído si se tiene en cuenta que la alcaldesa socialista que le sucedió en el cargo, en Jerez, contrató a muchos mas asesores que Pacheco, reclutados también entre sus compañeros de partido, como ha hecho la misma Junta de Andalucía al crear una especie de administración paralela de mas de 35.000 personas, casi todas con el carné del partido en el bolsillo, como llegó a denuncia la UGT, sin que nadie haya pisado la cárcel por ese presunto delito, cien veces mas grave que el de Pacheco.
Algunos jerezanos me aseguran que la condena del ex alcalde andalalucista ha sido una "venganza" de la Justicia por haber dicho que "La Justicia es un cachondeo", frase que se hizo famosa y que fue el pistoletazo de salida del descrédito creciente e imparable del sistema judicial español durante la democracia trucada y degradada que padecemos.
Pacheco fue absuelto en 1988 por este mismo Tribunal Supremo del delito de desacato por el que había sido castigado por la Audiencia Territorial de Sevilla, tras pronunciar su famosa frase. El alto tribunal entendió entonces que Pacheco había hecho "crítica política" por lo que resolvió a favor del derecho a la libertad de expresión, al contrario de lo que había considerado la Audiencia, que le había condenado a dos meses de arresto mayor, multa de dieciséis días e inhabilitación absoluta de seis años y un día, pena que le habría impedido ejercer como cargo político durante ese tiempo.
Los hechos que dieron origen al proceso ocurrieron el 30 de Enero de 1985, después de que la Audiencia Territorial de Sevilla revocara una orden municipal para derribar el chalet del cantante Bertín Osborne en Jerez. Al tener conocimiento de esta decisión judicial Pacheco dijo que "la justicia es un cachondeo" y pidió que se investigara la existencia de "complacencias y connivencias (..) entre algunos magistrados y los abogados defensores", debido a que el auto de la audiencia era conocido desde una semana antes -dijo él- por los abogados del cantante.
Pacheco no ha hecho otra cosa que practicar la política arbitraria y sin respeto legal que han practicado los que han gobernado España desde la muerte del general Franco, amparados en la incultura de un pueblo que, imbécil de él, había sido marginado de una democracia que le consideraba "soberano" y que, a pesar de ello, creía que aquellos que asesinaban a Montesquieu, convivían con la corrupción, domesticaban y nombraban jueces y controlaban a diputados y senadores, haciéndolos depender de los partidos políticos y nunca de los ciudadanos, eran verdaderos demócratas, cuando no eran mas que truculentos sátrapas y dictadores camuflados de demócratas.
Ojalá el Tribunal Supremo haya inaugurado con Pacheco una forma de juzgar a los políticos nueva y decente y no haya practicado la venganza contra un árbol caído para demostrar a la galería, hipócritamente, que en España existe una Justicia verdadera, que nadie ve por ninguna parte, salvo que el delito lo haya cometido un pobre diablo que roba un jamón en un supermercado o un bolso en la calle.
Hay miles de poderosos en España, de estafadores, de ladrones de lo público, de políticos que han saqueado las cajas de ahorros y que no pueden justificar sus voluminosos patrimonios, de gente atiborrada de corrupción amparada por los partidos, aforada y cuidada por centenares de abogados pagados con dinero de los impuestos que ni han devuelto los miles de millones de euros que han robado, ni han pisado la cárcel, ni parece que vayan a pisarla en el futuro.
España entera y yo el primera aplaudiríamos la condena a Pacheco sin con él cayeran los responsables verdaderos de los EREs fraudulentos de Andalucía, del robo de los fondos para cursos de formación, los que han cobrado comisiones por obras y contratos públicos, los que han pedido y cobrado dinero a cambio de subvenciones, los que han falseado oposiciones, los que han construido un Estado injusto e incosteable porque lo han llenado de parásitos con carne de partido, los que han permitido, sin mover un dedo, que cientos de miles de españoles sean estafados por los bancos con las participaciones preferentes y otros productos tóxicos, los que han saqueado las cajas de ahorro llevándose decenas de miles de millones, los que han cobrado impuestos desmesurados, los que al no pagar las deudas publicas a las empresas han hecho que quiebren y cierren miles de ellas, dejando a miles de personas en el desempleo, los que han prostituido la democracia y construido en su lugar un sistema arbitrario, sin ciudadanos, sin separación de poderes y sin decencia y los muchos tipejos sucios que han realizado, desde el poder público y los todopoderosos partidos políticos, fechorías que convierten el delito de Pedro Pacheco en una especie de pequeña broma.