¡Por fin! Nos hemos podido desquitar y vengarnos de Nigeria por aquella eliminación en el ya lejano Mundial de Francia 98… No, no. De eso nada. ¡Qué manía de la prensa! ¿De qué venganza hablamos?. En el mundo actual, donde sólo importa alardear del número de periódicos que vendes cada día o del número de visitas que recibe el portal web, era sólo cuestión de tiempo para ver cómo este tipo de titulares cargados de “morbo” llenaban las columnas.
De verdad que era un partido intrascendente de la Copa Confederaciones. Porque sí, porque el nivel de ambas selecciones es que no permitía otro punto de vista. Pero había que crear la falsa sensación de venganza hacia las “Águilas verdes nigerianas”, que llegan como campeonas de la Copa de África.
Me cansa esa percepción del fútbol marcada por la distorsión de las cosas. Y por eso escribo estas líneas. No porque me haya indignado el ambiente mediático del partido concreto, que ya digo que tenía muy poca historia, sino por esa sensación que me rodea de que el fútbol es y sólo es lo que los medios de comunicación quieren que sea. Una sensación de falsedad sobre cuestiones que supuestamente proceden del terreno de juego y de los pasillos del estadio de turno pero que en realidad salen de la pluma/teclado del periodista que lo esté cubriendo en ese momento.
Y ahora llega la “vendetta” de Italia por la Final de la Eurocopa del año pasado. Motivos tienen, no vamos a negarlo. Muchos medios se lanzaron ya a los pies de Balotelli encantados de recoger sus palabras vengadoras… Y bueno, podría ser. Aunque luego pienso en las notables diferencias de jugar una final de una Eurocopa y los cuartos de final de una Copa Confederaciones (que le pese a quien le pese, es un torneo internacional “menor”) y me da la sensación de que mucha vendetta no sería. Pero tampoco pasa nada, lo terminará siendo. Ya me entendéis.
Y ya que estamos, en vez de cerrar este artículo de opinión vamos a ver brevemente esa “venganza”, esa supuesta cuenta pendiente que teníamos con Nigeria contra la que, en efecto, no jugábamos desde aquel fatídico 13 de junio de 1998. Aquel día Nigeria nos ganó 3-2 en la fase de grupos del Mundial de Francia dejando al combinado español muy muy tocado por las circunstancias en las que se produjo aquella derrota. Todos recordamos a Zubizarreta metiendo el balón en su propia portería tras un centro inocente de Lawal. Y la realidad de todo aquello es que merecimos ser eliminados aquel Mundial. Primero porque aquel era, no el partido decisivo, sino el primero. Cuando verdaderamente hubo que cumplir contra Paraguay, no lo hicimos y empatamos a cero dilapidando las opciones de clasificación. Por supuesto, Bulgaria pagó los platos rotos en el último partido que no servía para nada. Segundo porque ellos eran muy buenos. Hoy Obi-Mikel sostiene una generación nigeriana que no le hace ni sombra a la de aquel entonces: Finidi, Kanu, West, Okocha, Babayaro, Oliseh, Ikpeba… Y tercero porque, si bien Clemente sólo perdió seis partidos de los sesenta y dos que disputó como Seleccionador nacional desde 1992 a 1998, los números no hacen honor a ese corralito que convirtió en suyo con constantes roces con la prensa (Impagable la pelea con Jesús Gallego, periodista de Cadena SER, con la lanzamiento de micrófonos y puñetazo incluidos), miniconcentraciones que no gustaban a nadie, jugadores talismán que tenían que jugar sí o sí, estuviesen en penosa forma o fueran suplentes en sus equipos: Julio Salinas, Zubizarreta etc. jugadores señalados injustamente: Martín Vazquez, Butragueño, Guardiola, Caminero… Zubi tenía casi 37 años cuando jugó aquel partido…
Con posterioridad, un bochornoso 3-2 frente a Chipre (sólo equiparable al 3-2 frente a Irlanda del Norte que le costó la Selección a Raúl) terminó con la presencia de Clemente en la Selección española y fue sustituido por José Antonio Camacho.
Al final resulta que la venganza no era tal porque en el fondo lo merecimos. La mejor Selección de Nigeria de su historia (que por otra parte se estrelló contra Dinamarca en octavos) comandada por Bora Milutinovic fue superior. De haber sido un resultado injusto o adulterado por alguna circunstancia externa podría haberse entendido, pero no. No estuvimos a la altura por lo que no teníamos legitimidad para exigir venganza por ello.
Y esa fue la historia. Éstos suelen ser los verdaderos trasfondos de lo que leemos y escuchamos en la prensa deportiva diaria. Porque, al final, la realidad es la que es. Y punto.
DAVID ABELLÁN FERNÁNDEZ