Revista Opinión

Vengo de Dachau, de la raíz misma del espanto

Publicado el 24 febrero 2016 por Hugo
Un fragmento del poema "Campo de concentración de Dachau", de José Luis Martín Descalzo (1930-1991):
Hoy me siento a la mesa con temblores
porque ahora es preciso que llamemos
al pan, pan y a la sangre, sangre.
Vengo de Dájau, de la raíz misma
del espanto. Me miro en el espejo
como puede mirarse el esqueleto de un monstruo.
Me pregunto
si estoy matando ahora, y con asombro,
veo mis manos frescas y lavadas.
Esto hicimos los hombres. Hasta aquí hemos llegado.
Bien quisiera hoy hablaros de pájaros y flores
mas no puede
llamarse flor a una cámara de gases.
El tren llegaba a la ciudad, cargado
de niños y esperanza. Les decían: «Pequeños,
venís muy sucios, os daremos una
ducha bien fresca». Y los quinientos ángeles
se quitaban las ropas y las alas.
Un chiquitín decía en su pueblo
-«allá en Belén, lejos de aquí, ¿sabéis?»-
le esperaba un caballo así de grande.
Otro decía: «Mi mamá es más guapa
que todas». Otro: «Así, así de gordos»,
y hablaba de los brazos de su padre.
El oficial, hermoso y afeitado, decía:
«A la ducha, pequeños, a la ducha».
Balaban las quinientas ovejillas.
¿Es preciso hablar más? El gas llegaba
con su mano enguantada de sonrisas
sin dar tiempo a que un niño terminase
la historia de los brazos de su padre.
Luego llegaba el horno. Se escuchaban
desde los cuatro ámbitos del mundo
los quejidos del fuego. No podía
resignarse la llama a ser humana.
¡Cómo llevaba el viento las cenizas
a posarse en las flores, con qué mimo
cunaba entre sus dedos
el corazón de un niño convertido en rescoldo!
Contemplo el mundo, veo
el mar lleno de pétalos de hombre,
las montañas de tumbas de esperanza,
rodajitas de sangre como mendas frescas.
Contemplo el mundo, veo
los escombros de un niño
que estercola el paisaje,
la floración de besos que nace entre las flores.
Contemplo el mundo, veo
el caudal de los ríos de llanto subterráneo,
muñecas no nacidas, y amapolas, y muerte.
Esto hicimos los hombres. Esto hicimos.
No culpéis a los monstruos. No. No fueron
distintos de nosotros.
¡Que nadie escurra el hombro de este espanto!
Poned en Dájau la señal terrible,
un «hasta aquí llegó la inundación de sangre»
un «hasta aquí los hombres fueron hombres»
(no insultéis a las bestias comparándolas).
(...)

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