“La paz verdadera, no nace del instinto, del hombre en estado de naturaleza. En la tragedia del estado de naturaleza lo más natural es la guerra, la discordia. El hombre frente a su igual se llena de terror y de recelo (…) Y lo peor del miedo es que da miedo; entre hombres mutuamente aterrorizados la catástrofe es inevitable (…) La paz no puede nacer de un pacto entre iguales que tiemblan al verse” (María Zambrano[1])
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“Cierta etapa de la evolución humana es incomprensible si no se admite que el hombre vivió durante ella señoreado por el terror. Los «tabús», los ritos mágicos, sólo se entienden partiendo de un miedo difuso alojado en las almas. Nada es indiferente: cualquier acto puede disparar las secretas fuerzas hostiles que se ocultan en la tierra” (Ortega y Gasset[2])
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“El miedo, en efecto, ése es el sentimiento básico y hereditario del hombre; por el miedo se explican todas las cosas, el pecado original y la virtud original” (Nietzsche[3])
[1] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011, p. 121.
[2] Ortega y Gasset: “Espíritu de la letra”, O. C. Tº 3, pp. 598-599.
[3] Friedrich Nietzsche: “Así habló Zaratustra”, Madrid, Alianza, 1981, p. 403.