TEXTO: FERNANDO BEJAR
Sabemos que a los productos ecológicos no resultan tan económicos como los productos derivados de la agricultura tradicional, pero también sabemos que la calidad siempre se paga, y es en este punto donde debemos fijar nuestra atención.
La agricultura debería ser siempre ecológica, es cierto, pero en este mundo en el que vivimos ya sabemos que los intereses económicos siempre estarán por encima de cualquier otro interés. Conociendo las ventajas de este tipo de producción veremos que el precio que puedan tener estos productos en el mercado está más que justificado. Los cultivos ecológicos respetan el campo, el cuidado de la tierra y el medio ambiente en general, ya que se precisa menor cantidad de agua para su riego, además de que los procesos de siembra van rotando las tierras evitando la contaminación y degradación de los terrenos. La ausencia de pesticidas y abonos artificiales es otro punto clave para este tipo de cultivo. Los nutrientes originales de la tierra se reciclan y reutilizan como abono para que se cree un sistema continuo de regeneración natural del medio donde se cultiva. Compost totalmente natural y abonos orgánicos son el resultado de estas prácticas.
Este tipo de cultivo no utiliza conservantes ni colorantes, por lo que se evita cualquier riesgo de contaminación alimenticia y, por consiguiente, de nuestro organismo. El producto es totalmente natural, llegando a nuestra mesa tal y como ha sido recolectado. Un terreno trabajado con todos los requisitos de la agricultura ecológica deberá ser explotado con los métodos tradicionales, y si es indispensable, con maquinaria con niveles de contaminación lo más bajos posibles. También deberá contar con el uso adecuado de plásticos y sistemas repelentes de plagas, en caso de invernaderos, que no sean contaminantes y sean biodegradables. Otro aspecto importante es el transporte de este cultivo a sus puntos de venta. Lo ideal es que el cultivo se realice lo más cerca posible del destino, evitando consumo de combustibles y emisiones de CO2. Como sabemos, la mayoría de veces las distancias no son cortas, por lo que la mejor solución es la de apostar por el uso de combustibles ecológicos como el biodiésel.
¿Por qué consumir productos ecológicos? La primera de las razones del consumo de productos ecológicos es por su beneficio para nuestra salud. Gran parte de las enfermedades que contraemos son debidas a los alimentos tratados con productos químicos y suplementos artificiales. Algunos alimentos, como los cereales integrales, deben ser siempre de cultivo ecológico, puesto que los pesticidas y sustancias tóxicas que se les echa durante su crecimiento se acumulan en sus capas externas con el consiguiente deterioro del producto y el efecto nocivo para la salud. Los nutrientes que los alimentos ecológicos poseen apenas los mantienen los productos tradicionales, así como las sales minerales y los oligoelementos que nuestro organismo tanto necesita. Consumiendo productos de cultivo ecológico se ayuda a conservar el medio ambiente, ya que debido al cuidado exhaustivo de las plantaciones, los suelos sufren mucho menos, se utiliza menos agua de riego y el entorno es menos castigado en todos los sentidos.
El sabor que nos ofrece un producto de cultivo ecológico no es comparable al sabor del cultivo tradicional. El aroma, la textura y el color del alimento son los auténticos, sin añadiduras necesarias para mejorar su apariencia en el mercado. A su vez, son alimentos que el organismo asimila fácilmente, sin alterar las funciones del metabolismo, ya que carecen de sustancias añadidas artificialmente. El consumo de productos ecológicos hace que el empleo en estos campos aumente y por consiguiente se pueda contratar a más agricultores y recolectores que en la siembra y recolección tradicional en el que las grandes máquinas realizan todos los procesos.
Por último volvemos a recordar que la calidad se paga y es obvio que la calidad de estos productos es mucho mejor que las de agricultura no ecológica. Esta calidad afecta a la salud del consumidor y a la larga en la economía y bienestar de la familia, ya que repercute directamente en la menor necesidad de asistir a nutricionistas por desequilibrios de alimentación.