Entraron para ocupar los cortijos y las viejas casas en las afueras del pueblo. Reclamaron para sí lo que el hombre abandonó y se colaron en los huecos, estancias, graneros y sobrados.
Entre amoríos y cebas, entre idas y venidas traspasan las ventanas rotas y las desvencijadas portillas ahora abiertas al campo. Brechas por donde transita la vida, volando a la libertad.
Trasiego de plumas ágiles que admiro y atrapo en imágenes vivas.









