Revista Filosofía

Ventanas con solera

Por David Porcel

En su artículo que hoy trae el blog literario Boomerang Víctor Gómez Pinllama la atención sobre el hecho de que la defensa y desarrollo de las éticas del deber -como la kantiana o la animalista- supone la entrada en escena de un sentimiento esencialmente moral. Se trata del sentimiento de la compasión. Por él dejamos de pensar en nosotros mismos, en nuestra individualidad, y salimos al otro como quien abre la ventana en un día de sol para mirar a través de ella. Por la compasión dejamos de estar en el mundo como está quien espera ser o no correspondido, para vernos como parte de un todo sufriente y sufrido. El ser humano ya no está concentrado en sí mismo, sino que, por decirlo así, se hace transparente y experimenta lo propio en lo extraño. Por la compasión el mundo de los otros se abre a nosotros. Y así, a propósito del auge de las éticas animalistas, se pregunta Gómez Pin si no es esta actitud de puro y kantiano desinterés por el bien de otras especies una prueba de la radical y absoluta singularidad de nuestra especie.

Ventanas con solera

Sería interesante, en este sentido, volcarse sobre este sentimiento de la compasión –esencialmente misterioso, incógnito- y así aclarar algo más el origen de tantas construcciones que, como la ética kantiana o animalista, se han formado a partir de él. Porque, por lo mismo que la compasión nos lleva a esa actitud de puro desinterés por el bien de otras especies, nos pone ante esta otra actitud de desinterés por el bien de nuestra propia especie; salvando, claro está, los reduccionismos e ilusionismos de quienes enarbolan banderas por apatía o desasimiento: «Desconfía de aquel que dice: si no ayudamos exclusivamente al gran todo, es imposible prestar ninguna ayuda. Esa es la mentira de la vida de aquellos que no quieren ayudar en la realidad y se excusan con grandes teorías de su obligación en el caso concreto y determinado. Racionalizan su falta de humanismo»”. (Horkheimer)


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