Cuando contemplamos a alguien o a algo lo solemos hacer a través de las creencias, muchas de las cuales nuestra parte consciente ni siquiera reconoce. Estas “habitaciones” de nuestra mente actúan en conjunto como un prisma que recibe la luz y la descompone en colores. De esta forma, cuando alguien se dirige a nosotros su mensaje se trocea y se distribuye por toda nuestra casa mental, a una velocidad tan increíble que el fenómeno nos pasa desapercibido.
El “arco iris” es una creación de la persona y de la cultura en la que ésta se encuentre sumergida. Así, los colores con los que los demás nos perciben pueden ser muy variopintos. También cuando nos miramos a nosotros mismo empleamos este prisma, y dependiendo de la tonalidad del espectro en la que nos fijemos así nos juzgaremos. En ambos casos nos hemos separado de la luz blanca, nuestra esencia.
¿Qué pasaría si apartásemos por un momento este prisma y dejásemos libre a nuestra mirada…? Tal vez la luz pura, desnuda, nos deslumbrase, mirar a una persona sería como dirigir nuestro ojos directamente al Sol…
¿Podríamos usar unas gafas que disminuyesen su intensidad sin perder su pureza? De esta manera, sería posible recibir a la otra persona fuera de nuestras ideas preconcebidas, en el jardín de nuestra casa mental, a cielo abierto, disfrutando de la naturaleza que todos los seres vivos compartimos. ¿Qué te parece la propuesta, amigo lector…?
En el “jardín” la comunicación se impregna de la magia del entorno y se aleja del cerrajón de las habitaciones interiores. Las palabras fluyen sin juicios, los silencios quedan embellecidos por el ambiente. El aire es más puro… y siempre podemos descansar nuestra mirada hundiéndola en el cielo. El habla se torna riqueza, el corazón disfruta…
¿Qué te parece si fuésemos arreglando nuestros jardines… si comenzásemos a soñar en estos encuentros mágicos….? ¡Tenemos tanto que vivir a cielo abierto!
Pero… ¿cómo aprender a retirar primero el prisma de nuestra mirada? Hay múltiples caminos… Permíteme que te ofrezca un aperitivo con una entrevista que Ima Sanchís hace en “La Contra “ de “La Vanguardia” a alguien que desde niño intentó mirar con los ojos desnudos:http://wwwvivencias12.blogspot.com/2010/06/vivimos-atrapados-en-solucionar.html
Para terminar tengo una sorpresa: La experiencia de un maestro que enfocó sus clases desde lo esencial de las palabras, es decir, desde la poesía, que las pasa por el corazón, y desde el silencio, que las limpia de toda creencia. Os dejo que él mismo os explique lo vivido en una de sus clases:
“Ese día llegué al aula y los chicos/as me preguntaron, ¿Profe, hoy que nos va enseñar? Les dije "Como el salón da justo enfrente a donde el sol cae, haremos una clase de contemplación." Me dijeron al unísono: "¡Contemplación! ¿Qué es eso, Profe?. Les dije "Giremos todos los bancos hacia el gran ventanal", mientras tanto, el sol ya estaba cayendo de una forma maravillosa. "Ahora nos quedaremos sentados en un profundo silencio (hicimos varias respiraciones profundas), no hagan nada, sólo miren, dejen de pensar, contemplen los colores, escuchen el canto de los pájaros." Una vez que todos se acomodaron, les puse una música suave de Pink Floyd y estuvimos toda la clase observando la puesta del sol.
Pasaron más de 40 minutos cuando regresamos de ese viaje tan pleno. Los estudiantes estaban en otro estado, nadie hablaba, todo era un bálsamo de paz, sentíamos la presencia de algo poderoso que había descendido sobre todos nosotros, hubo una transformación total en el aula. Nadie hablaba. Les dije: "Esto es la contemplación. Ahora escriban todas sus sensaciones y dibujen lo que tengan ganas." Nunca me olvidaré de esos rostros transfigurados por la paz.”
El sistema educativo no entendió la gran labor de Juan Pomponio y éste dejó las aulas, pero no la poesía. Sus experiencias son hoy una riqueza para el gran cambio en la educación. Juan no perdió el tiempo, plantó unas semillas que hoy quiero honrar y divulgar. Si queréis conocer su obra os invito a visitar una de sus páginas:http://artepasionylocura.com/