Finaliza el “XV Campeonato del Mundo de Atletismo 2015” celebrado en Pekín (los he seguido todos desde el primero de Helsinki en 1983) y presenciando embelesado cada prueba, una vez más me pregunto que lleva a los competidores a darlo todo hasta el final con independencia de las posibilidades de cada cual para ganar. Es cierto que la respuesta no se me hace mucho esperar pues en mi propia experiencia encuentro siempre la clave de un comportamiento que, más allá del triunfo ante los demás, busca la superación personal.
Tras completar el pasado 13 de Junio Marathon-15%, sin dudar el mayor logro deportivo de mi vida, todo apuntaba a que el verano me regalaría un merecido descanso en pago justo al finalmente conseguido récord mundial. La íntima percepción del éxito como certificado más que notarial del deber cumplido amansaba mi conciencia y justificaba una incontestable tregua en los últimos cuarenta años de mi rutina vital.
Mis agostos en Segovia finalizaban siempre con la subida corriendo desde su Plaza Mayor hasta el Alto de Navacerrada, llegando el año pasado más allá, hasta la Bola del Mundo (32 kms. de subida constante hasta los 2.275 m.), como inicio de mi preparación para Marathon-15%. El presente podía romper la tradición y con seguridad nadie me lo iba a reprochar. Nadie… excepto yo.
A mis 54 años es evidente que nunca me encontraré en el estado de forma recientemente alcanzado para establecer una mejor marca mundial y pese al gran desafío ya cumplido, desaprovechar esta ventaja sería objeto seguro de un remordimiento futuro por mucho que hoy tuviera argumentos más que sobrados para no llegármelo a plantear. La posibilidad de conseguir la ida y vuelta (Segovia-Bola del Mundo-Segovia) se presentaba única o en todo caso mucho más cercana que en próximos años, sin duda más “normales” en mi preparación física y mental.
Tomada la decisión, nuevamente los entrenamientos intensivos y extensivos me obligaron a renunciar a muchos de los placeres vacacionales que tanto apetecen a la sociedad actual pero tan mal combinan con la exigencia del rendimiento deportivo, cuidando dieta y descanso pese a las tentaciones ofrecidas por una parte de mi entorno relacional que cada verano, inconscientemente, se obstina en dificultarme mis propósitos como una forma quizás de exorcizar su propia e inconfesada incapacidad de asumir una vida desde el compromiso que supone el esfuerzo constante por las metas a alcanzar.
En un día de agosto excepcionalmente frio, incluso para la zona más montañosa del Sistema Central (a las 11:00 h. el Alto de Navacerrada registraba 5° C. y en la cumbre de la Bola del Mundo, bajo cero, con niebla cerrada y ventisca horizontal) y pese a no disponer del equipamiento adecuado por lo inesperado de la situación (corrí con pantalón corto y una simple camiseta), finalicé con éxito el reto y con él nuevamente la convicción de que en la vida las oportunidades se nos presentan para aprovecharlas y no dejarlas pasar, aunque para ello haya que renunciar a la rutina y a la comodidad.
Sinceramente, no cambio mis últimas vacaciones por las de ese merecido descanso que todos me invitaban a tomar…
Saludos de Antonio J. Alonso