Revista Libros
Escritor: John Maxwell Coetzee
Es un libro autobiográfico y de ficción al mismo tiempo.
Nos encontramos en 2007-2008, y Coetzee en la ficción ha muerto.
Su biógrafo ha rescatado su cuaderno de notas, y a partir de aquí selecciona a 5 personajes a los que entrevistará, para conocer lo que ellos vivieron y pensaron del escritor, cuando sus vidas coincidieron en los años 70 en Sudáfrica.
Coetzee contaba en esos años con 30 -37 años, aproximadamente.
De las cinco entrevistas, una es a un hombre, y cuatro son a mujeres, y de estas cuatro, mantendrá relaciones más íntimas con dos de ellas.
Hay dos aspectos en el libro que especialmente me han llamado la atención.
Por una parte, la implícita descripción de los gustos de la mujer sobre el hombre, esa necesidad de una serie de rasgos imprescindibles que si el hombre no posee, no puede ser amado sin reservas. Y son rasgos muy primitivos, nada originales, ya veréis, como: tener cierta presencia sexual; fuerte personalidad, “a menos que tengas una fuerte personalidad, dice Margot, no dejas una profunda huella”; y un sentido práctico de la vida, “un hombre que escribe poemas, cosa de niños o solteronas, ¿qué clase de mujer se iría con un hombre así?”.
Los demás atributos, como sensibilidad, inteligencia, ocurrencia, creatividad, sutileza, etc, etc, son atributos que nunca pueden compensar la falta de esos rasgos imprescindibles.
Por otro lado está la reiterada descripción de un Coetzee no hecho para amar, la descripción de un hombre con el que no se puede conectar. Posee esa resistencia a entregarse del todo. A menudo se dice que de lo que se trata es de preservar su esencia secreta por el bien de su arte. “Nos encontramos con un hombre que en la más íntima de las relaciones humanas no puede sintonizar. Su corazón envuelto en una coraza”.
Sin embargo, el escritor hace una reflexión de lo que para él es estar enamorado de alguien y que me gusta por encima de muchas otras, y es: “Estar enamorado de una mujer significa ser libre para decir todo lo que se siente”. Y es que claro, para tener esa libertad de ser uno mismo en la pareja, hay que poder confiar.
Dice Coetzee: “Puede que el hombre ame o no ame a una mujer, pero ésta, nunca ama al hombre”
Todas las entrevistas son diferentes, no sólo la forma en que el biógrafo las hace, sino también en los entrevistados que son tan diferentes y que viven en entornos tan distintos.
Julie, la mujer casada, que vive en una zona residencial, repleta de familias como Dios manda, con sus hijos, carritos de compra y sus maridos-hombres de negocios “con alas”, con alguna infidelidad que otra, mientras ellas, se esfuerzan por mantener su atractivo para su hombre y para la comunidad;
Con Sophie, profesora de francés en la universidad, disfrutaremos de las explicaciones de la posición política y filosófica del escritor.
La entrevista de Martin, profesor también, y su posición común sobre el derecho a permanecer en Sudáfrica. Hablan ellos, de lo que aparentemente es legal y que sin embargo es ilegítimo, por estar basado en un derecho fraudulento, en un delito: el de la conquista colonial. Me gusta.
La entrevista de su prima Margot, y el mundo rural sudafricano, las granjas y la difícil vida en las mismas. La pasión que ambos comparten desde la infancia por estos paisajes.
La entrevista de Adriana, la brasileña, sin duda la más cruel de todo el libro, y al mismo tiempo para mí una de las que más me ha intrigado. No digo por qué. En ella Coetzee literalmente se “arrastra”, y al mismo tiempo es donde más es malinterpretado, creo yo. Probablemente es de todas las entrevistas donde más se muestra la inteligencia del escritor, en ese don de poder percibir esas características en una persona que usualmente no son percibidas.
En Adriana se inspirará Coetzee para el personaje central de su novela “Foe”
Para despedirme, entre sus estanterías, libros de Beckett (que ya quiero leer) y de Kafka, y que dice: “si no escribo me deprimo”, esto que es algo que lo he escuchado en casi todos los escritores. Y luego, por qué no, “escribir como un gesto de rechazo ante la cara del tiempo, un intento de alcanzar la inmortalidad, en el sentido de sobrevivir más allá de tu desaparición física”