Revista Viajes

Verano en el norte

Por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
Hace un par de ańos que el verano no es precisamente la época del ańo que me resulta más propicia, pero como es imposible borrarlo de un plumazo intento sobrevivir a él de la mejor manera posible, así que de este modo y casi sin darme cuenta me encuentro ya sobrepasando el ecuador del mes de agosto.
Vivir el verano en el Norte supone siempre estar pegada día tras día al televisor esperando impaciente las noticias sobre el tiempo y aun así levantarse mirando constantemente al cielo a ver qué es lo que nos depara el día. Con los ańos no creo que ni yo ni nadie nos hayamos acostumbrado todavía a vivir con semejante desazón, así que no nos queda más que resignarnos y muchas veces renegar en voz alta ante la imposibilidad que supone en muchas ocasiones, o bien no hacer planes, o renunciar a los ya previstos.

Verano en el norte

Como contrapunto tenemos la ventaja de ante un día soleado disfrutar de unas playas en las que todavía podemos disfrutar de un trozo de espacio vital y de un agua con la temperatura adecuada para que el bańo resulte refrescante, además de poder realizar también nuestra incursión en el agua con la tranquilidad de saber que nos podremos mover libremente, y no como en las espeluznantes imágenes que el otro día salieron en la televisión de una playa y una piscina en China, en las que era imposible moverse entre tanta gente, flotadores, sombrillas y demás artilugios playeros.
De todos modos, y a pesar de todas mis quejas referentes a las temperaturas y la ausencia de sol, el mes de julio ha sido francamente desolador este ańo, reconozco que no podría ni quisiera vivir en ningún otro lugar, adoro mi precioso Norte con todo lo que tiene a favor y en contra, y puedo prescindir de él el tiempo suficiente para hacer alguna incursión y conocer algún que otro lugar, pero segura de que pasado el tiempo reglamentario volveré a esta tierra que recibe a todos, propios y extrańos, con sus brazos abiertos.
Hoy las nubes han vuelta a decidir fundirse con nuestras montańas, enredarse entre ellas, jugar, acariciarlas, con esa maravillosa cadencia de quien no conoce la palabra prisa, con un armonioso baile en el que al compás de una suave melodía se funden movimientos, risa, conversación, consiguiendo una armonía perfecta.
Hoy el día se aventura gris y caluroso, envolviendo a una ciudad que continúa aletargada ante la escasa actividad de los meses veraniegos, más solitaria que nunca, pero igual de cálida y cercana que siempre, desperezándose lentamente para lo que será, dentro de no demasiado días, la vuelta a la incesante vida diaria.

Fotografía - DANIEL GONZÁLEZ ZAPICO


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